"El mundo me debe un millón de horas de sueño". Ricardo Ortega, patrón mayor de la Cofradía de Arguineguín, dejó el colegio a los 14 años para trabajar con su padre y dedicarse a su pasión. Desde entonces lleva cuatro décadas en la mar. Ser pescador lo lleva en la sangre. "Es algo que te tiene que gustar", admite. Es la tercera generación de una saga de marineros en el Sur de Gran Canaria.
Ahora teme que el Estado le quiera arrebatar "ese sueño maravilloso que es pescar" y advierte de que, si la orden del Ministerio de Medio Ambiente de reducir el número de nasas por barco sigue adelante, se verá obligado a "ser un furtivo". "Me convertiré entonces en un pirata porque tengo que buscar la comida para mis hijos", lamenta.
Defiende con uñas y dientes el arte de pesca tradicional en Canarias en contra de la "mala fama" que la rodea y arremetió contra la pesca de arrastre, que se desarrolla en las costas de la Península y que, en su opinión, "es más dañina para el ecosistema marino". Así, sostiene que no existe ningún argumento que sustente la intención de Madrid de limitar el número de nasas en aguas exteriores, iniciativa que, de materializarse, acabaría con la actividad de muchos barcos. Sólo en Arguineguín hay 40 embarcaciones, de las que una docena se dedican a las nasas.
Por ello, exige que elaboren estudios detallados sobre la situación del sector y el uso de nasas antes de adoptar cualquier medida. "Nuestras reivindicaciones son justas y llevamos a cabo una pesca artesanal sostenible", reiteró este pescador, que criticó el "exceso" de exigencias para pescar con nasas.
Ortega considera que el Gobierno central "no puede imponer sus decisiones sin conocer las singularidades de cada isla". "Nos tratan como una colonia, no tienen ni idea de qué es Canarias", protestó este pescador, que avisa de que la reducción a 30 nasas por barco, como plantea el Ministerio, conllevaría la ruina del sector.
