La Provincia - Diario de Las Palmas

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Turismo y sostenibilidad El debate tabú sobre el techo turístico

¿Cuántos turistas caben en Canarias?

Las Islas carecen de estudios sobre la carga turística - El maniqueísmo político y social reduce el debate a una falsa confrontación entre turismo o medioambiente

Turistas pasando la tarde en el paseo de Meloneras, en el sur de Gran Canaria. SANTI BLANCO

No hay mayor tabú para el turismo que hablar de un posible techo. Su sola mención provoca reacciones inmediatas en el sector y debates más o menos airados entre la clase política y la sociedad en general. Las posiciones oscilan entre quienes opinan que hablar de límites al turismo es un modo de matar la gallina de oro, frente a quienes consideran que ya es hora de prever posibles masificaciones y gentrificacio-nes, la atribulada palabra con que se define hoy la transformación de un barrio popular en elitista por el impacto de la actividad turística. Barcelona es el caso paradigmático en España, pero fuera de nuestras fronteras el debate se reproduce en otros grandes centros turísticos. Venecia o Lisboa, por citar solo dos ejemplos, también sufren el impacto de una masificación que afecta a la convivencia entre residentes y visitantes.

Cataluña es la región líder del turismo español y su capital un hervidero en el que se confrontan sus defensores y detractores. Éstos últimos han accedido a las instituciones tras las pasadas elecciones municipales y han tomado ya medidas para atajar lo que consideran una exceso de visitantes pernicioso para la ciudad. Y es que Barcelona ha visto duplicarse su planta alojativa en poco más de una década, de 37.000 camas en 2013 a las 69.000 actuales, mientras la oferta de apartamentos ha pasado, sólo en los últimos tres años, de dos mil a más de nueve mil plazas. El número de hoteles ha aumentado en tres lustros de 118 a 426; y el número de viajeros alojados en ellos de 3,1 a 8,3 millones. De ahí que la alcaldesa Ada Colau haya impuesto su particular moratoria, en un intento por descongestionar el corazón de la ciudad hacia la periferia. Y a través de un Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (Peuat) ha dividido Barcelona en cuatro zonas y solo permitirá construir determinado número de hoteles en aquellas más alejadas del núcleo.

Mientras en Cataluña, y también en Baleares, se establecen medidas de control de la actividad turística, Canarias ha iniciado el camino inverso y trata de poner fin a tres lustros de sucesivas moratorias.

El Archipiélago está aún lejos de alcanzar los indicadores de presión turística que alarman a otras sociedades con gran actividad turística, pero aún así hay sectores que se preguntan si alcanzar la cifra de 15 millones de visitantes al año supera ya el listón de lo sosteniblemente conveniente. Pero, ¿qué es lo sostenible? ¿Cómo se mide?

Escasean, en primer lugar, estudios nacionales y locales que midan el impacto real y permitan tomar las decisiones correctas. Barcelona ha encargado ya varios, entre ellos uno específico sobre los cruceros, la oferta que tiene mayor impacto por el elevado número de turistas que concentra en la ciudad. Tampoco en Canarias se han medido bien las ventajas e inconvenientes de este turismo en alza, que todas las capitales de isla compiten por captar y que crece temporada tras temporada.

Por otro lado, no se ha cumplido ninguna de las exageradas proyecciones que se realizaron a principios del milenio para justificar la moratoria, y que se recogen en el prólogo a la primera ley de 2001. En 2008, justo antes de la crisis, varios expertos volvieron a advertir: "Alcanzar 12 millones de turistas no es sostenible para Canarias". Se ha superado ya la cifra en tres millones y parece que el destino es todavía sostenible.

En 2011, la entonces consejera de Empleo del Gobierno de Canarias se atrevió a expresar en voz alta lo que no pocos pensaban: "¿Tiene un techo la actividad turística?" A Margarita Ramos le llovieron las críticas, pero el debate se ha reactivado estos años al amparo fundamentalmente de dos factores: las reacciones sociales e institucionales ante la masificación de otros destinos españoles y la reforma de la legislación del suelo y turística impulsada por el Gobierno de Fernando Clavijo.

Cada isla, con su carga

En Canarias conviven en la actualidad entre seis y siete turistas por cada residente, si se divide el número total de visitantes anual por el censo de habitantes. Pero la distribución no es equitativa entre las islas que integran el Archipiélago: Fuerteventura y Lanzarote soportan la mayor 'carga turística', con poblaciones entre 100.000 y 150.000 habitantes, que recibieron hace dos años 2,2 y 1,8 millones de visitantes, es decir, más de 16 y 15 turistas por habitante. Se alojaron en sus 60.000 y 70.000 camas y dejaron unos ingresos en sus respectivas sociedades por encima o cerca de los 2.000 millones de euros. En comparación con otros destinos, baste señalar que la proporción entre turista y residente se eleva a 20 en la isla balear de Ibiza, que ya tiene un problema de masificación, y se sitúa entre 10 y 11 en Menorca y Mallorca.

En Gran Canaria y Tenerife, la proporción baja hasta los 4 y 5 turistas por residente. Con el mismo número aproximado de camas y con una población tam-bién similar, marca el punto de diferencia el millón de turistas de más que recibe Tenerife frente a Gran Canaria, que supone también mil millones de ingresos más y seis millones más de pernoctaciones al año. La causa, tantas veces reiterada, está en el número de hoteles de cuatro y cinco estrellas que tiene Tenerife y que es la oferta más demanda por los visitantes. Y pone en evidencia que en Gran Canaria cabe al menos un millón de turistas más al año sin que el destino deje de ser por ello sostenible.

Pero la verdadera presión turística sobre un territorio no se mide solo por la relación entre la po-blación foránea y local, ni siquiera por su volumen de plazas alojativas ni el porcentaje de territorio que ocupan. Se repite hasta la saciedad que el turismo solo ocupa el 5% de Canarias, aunque se insiste menos en destacar que ese territorio que ocupa la actividad turística se asienta normalmente sobre sus mejores enclaves del litoral.

Por lo que respecta al número de camas, todas las islas del Archipiélago han establecido su capacidad turística máxima en sus planes de ordenación por encima del número de alojamientos existentes en la actualidad. Sólo en la provincia de Las Palmas, Gran Canaria tiene en torno a 140.000 plazas y su Plan Insular de Ordenación (PIO) fija un máximo de 216.000; Fuerteventura tiene las citadas 60.000 y ha planificado 115.000, mientras Lanzarote cree que podría pasar de las 70.000 actuales a 105.000. Y todo ello sin consumir, por supuesto, más suelo. Es decir, hay capacidad prevista para acoger incluso un número mayor de turistas en cada una de las islas.

Viajeros y consumistas

El impacto del turismo tiene que ver sobre todo con la cantidad de recursos que hay que destinar para mantener la industria turística: dar de comer y beber al visitante, llenar de agua sus piscinas, regar los campos de golf? O dicho de otro modo, ¿cuánta agua o energía eléctrica consumen 12, 14 o 15 millones de turistas? ¿Cuántos residuos generan y cuánto cuesta su tratamiento? Y, por ende, hay que poner todo ese consumo y todo ese coste en relación con el dinero que dejan.

Pero además la sostenibilidad, medida en términos de eficiencia energética, no depende únicamente del comportamiento de los visitantes, sino de las propias infraestructuras turísticas, alojativas o no. Y sobre todo del nivel de inversión empresarial en la optimización del uso de los recursos limitados, sobre todo el agua, y su apuesta por proyectos que economicen el consumo energético.

Los que más gastan son, por el lado de la demanda, los turistas que más convienen a un destino. Y ahí es donde está, en gran me-dida, el quid de la cuestión de la sostenibilidad del turismo: que vengan menos, pero gasten más. Sin embargo el capítulo de gas-tos no crece al mismo ritmo que el flujo de turistas. De hecho aunque el gasto total aumenta, el gasto medio por turista ha disminuido y ha quedado muy lejos del objetivo que se marcó el Plan Nacional Integral del Turismo: un incremento del 20% entre los años 2012 y 2016.

El turismo viene experimentando crecimientos como nunca en Canarias y España en el últi-mo lustro. También en el con- junto del mercado mundial cre-ce a un ritmo por encima del 3% y lo seguirá haciendo en los próximos años, según las previsiones de la Organización Mundial del Turismo (OMT).

La constatación de que los viajes son un industria estable y creciente refuerza las tesis de quienes opinan que hay que modular dichos crecimientos: "Aunque no hiciéramos nada los turistas seguirían viniendo, pero no vendrán quienes nosotros queremos que vengan", explicó la responsable de la empresa catalana encargada de elaborar el Plan de Marketing de Las Palmas de Gran Canaria durante su presentación. Porque si en algo coinciden los expertos es en la necesidad de planificar el turismo, si es posible sobre estudios que midan la capacidad de carga real de un destino, que no siempre coincide, ni mucho menos, con la capacidad de carga percibida. En gran parte de los importantes destinos turísticos, es el discurso social y político el que contribuye a crear la percepción de que hay un exceso de peso turístico, aún cuando los indicadores apuntan a un realidad que beneficia más que perjudica a los residentes.

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