El psicólogo denunciado por abusar sexualmente de tres ex pacientes, Miguel Romero, aseguró ayer que "todo es incierto y obedece a una patraña orquestada por terceros para desprestigiarme profesionalmente".

Romero sostiene que al frente de esa campaña están un médico de Telde y un abogado, quienes "pusieron en contacto" a sus ex pacientes y las "animaron a que me denunciaran sobre la base de una gran mentira", afirma el terapeuta. Y añade que detrás de las denuncias hay "intereses económicos, así como intrigas y envidias personales para perjudicarme".

También afirma que el origen de los presuntos hechos delictivos se remonta ocho años atrás, cuando tuvo una serie de problemas con dos pacientes que se presentaron en su despacho para recriminarle por qué le había prohibido a una de ellas ver a su novio, que en ese entonces se encontraba en coma tras haber intentado suicidarse.

Romero dice que las dos mujeres eran amigas y una de ellas le acusó de mantener relaciones sexuales con ambas durante las consultas, para así grabar la confesión del supuesto abuso sexual. Esa grabación existe y se encuentra en la causa abierta por el Juzgado de Instrucción número 7 de Telde para investigar los hechos, pero no contiene nada incriminatorio contra Romero "porque entre ellas y yo no hubo nada", señala el psicólogo.

Luego otra paciente contactó con ellas y se "inició un tour en busca de apoyos para denunciarme", agrega el terapeuta, que señala al médico referido como artífice de ese encuentro. "En su momento tuvimos enfrentamientos profesionales porque algunos de sus pacientes se quedaron conmigo", subraya para explicar la causa de esa supuesta animadversión. También arremete contra un abogado que "las animó a denunciar y ahora se ha quitado de en medio, porque se ha negado a declarar amparándose en el secreto profesional", agrega Romero.

El psicólogo y su abogado, Francisco Asensio, están convencidos de que la causa se va a archivar porque "todo es inverosímil". Dicen que las denunciantes eran mayores de edad, tenían pareja, pertenecían a un segmento cultural medio alto y estaban capacitadas para denunciar los presuntos abusos antes, "no ocho y cinco años después".