Junto a la charca de La Aldea de San Nicolás, cerca de quince mil personas aguardan con los pies sobre una línea de cal que sirve de frontera. Muchos visten trajes de chaqueta y corbata y en sus manos llevan cestos de mimbre y redes de pesca. Cuando la banda por fin se detiene, el alcalde prende la mecha del volador que se eleva con un zumbido tímido y antes de que estalle, miles de personas parecen enloquecer. Todos chillan y toman el charco dispuestos a apresar al menos una lisa. El agua se desvanece entre el gentío y, a manotazos y golpes de ramas, parece hervir y salpica muy alto.

La aldea de San Nicolás acogió como cada 11 de septiembre su fiesta grande, en la que se rememora la costumbre de los antiguos pobladores prehispánicos de embarbascar -envenenar el agua- en los charcos costeros, al tiempo que se pide por un año de buenas lluvias. Sergio Rodríguez, alcalde accidental por enfermedad de Tomás Pérez, destacó la alta participación, que cifró en 15.000 personas.

"Una cantidad importante teniendo en cuenta que no es fin de semana", señaló éste. Además valoró el buen ambiente que reinó durante toda la jornada. "Hay que destacar que ha habido pocos accidentes de consideración, tan solo los clásicos percances que acompañan a las borracheras, algunos cortes y heridas menores", afirmó Sergio Rodríguez.

La Fiesta del Charco comenzó al mediodía con la caminata desde la Iglesia, en el casco, hasta la costa, para preservar la tradición de llegar en peregrinación al lugar de la fiesta. Una vez allí, la banda de Agaete animó a aldeanos, simpatizantes y curiosos.

A las dos de la tarde la celebración se trasladó al parque Rubén Díaz, una zona de tarajales y otros árboles con mesas donde las familias y grupos de amigos comen y convidan a los que se les aproximan. "Para nosotros, éste es una día en el que vemos a todos los amigos y parientes que se encuentran fuera de la Aldea", explican varios jóvenes.

Para la mayoría este año ha sido más tranquilo y con menos aglomeraciones. "Ha venido menos gente de fuera pero hay mucha que va vestida de la forma tradicional", señaló Rolando, un habitual de esta celebración prehispánica. Al anochecer la fiesta continuó con las actuaciones de los propios aldeanos en el 40º aniversario de las galas.