El duro trabajo que tienen ante sí ha reforzado la fortaleza física de los vecinos de Tasarte. Pero esa dureza aldeana se vuelve endeble cuando echan la mirada atrás y recuerdan esos escasos minutos vividos sobre las seis de la tarde del lunes, y la suerte que han tenido por no tener que contar víctimas mortales.

"Estamos vivos de milagro. Yo sólo recuerdo un gran estruendo y que la casa se movía, nos subimos a la azotea y vimos el coche de mi hijo sobre una gran ola de unos seis metros que parecía que estaba subido en una tabla de surf. El barranco se había llevado la carpintería donde estaba mi marido y nos temíamos lo peor. Mi hijo sólo pensaba que a su padre también se lo había llevado. Y yo le decía: 'No me digas eso'. Si no es por mi madre, yo también me tiro al barranco". Agustina Delgado rememora "la agonía" de estar más de una hora sin saber de su esposo, porque su casa quedó aislada y nadie podía darle respuesta a sus dudas.

Y es cierto, Ismael Díaz tuvo mucha suerte. "Las piedras iban corriendo detrás de mí". Este carpintero relata que tuvo que dar un brinco a la terraza de una casa para evitar la fuerza del agua y barro. A esto se le suma que los cables de la luz cayeron casi a sus pies, volviendo a salvar la vida por una cuestión de segundos.

"Mi abuela tiene 78 años y dice que nunca había visto nada igual", señala la joven Guadalupe Díaz, quien no oculta que en estos días apenas ha podido echar unas cabezadas por la noche. Sus ojos ya muestran los efectos del cansancio acumulado tras seis días.

La suerte llegó incluso a algunos animales, una pequeña baifa huyó de la carpintería apenas unos minutos antes, y logró salir indemne. Y una perra embarazada, recuerdan los vecinos, fue rescatada al tercer día de entre el barro acumulado.

De momento, Tasarte tardará muchos meses en recuperarse de este horror.