Que siga viniendo agua así que la recibiremos con los brazos abiertos". Ramón Araña, un agricultor del Barranquillo de Andrés, recoge hierba para sus cabras mientras agradece la lluvia caída la última semana en las zonas cumbreras de los municipios del Sur. "Esta es un agua buena, serena, porque empapa la tierra y no rompe nada, un regalo de Dios".

Como Ramón Araña piensan la mayoría de agricultores del sur grancanario, una zona donde la lluvia arreció de forma constante del jueves 17 al jueves 24 pero que, a diferencia de sus colegas de la zona de La Aldea, y más concretamente Tasarte, no causó apenas destrozos. "Cayeron algunas piedras sobre la carretera pero los de mantenimiento del Cabildo las quitaron rápido", aseguraba ayer Javier Quintana, uno de los vecinos más jóvenes de barrio de Soria, junto a la presa del mismo nombre.

Este embalse precisamente, presentaba ayer un aspecto envidiable después de tres años de sequía y cuando ya se presagiaban severas restricciones de agua por esta causa en todo el Sur. Aún canela por el agua arrastrada de los barrancos, el agua de la presa de Soria subió en pocos días más de 40 metros, según cuentan los vecinos.

Por la estrecha carretera que da acceso a la presa apenas se podía circular ayer por el exceso de domingueros de la capital que querían ver los efectos del temporal de agua. Las colas más recordaban los atascos típicos de la Navidad en la gran ciudad que a una vía de una zona prácticamente deshabitada.

Donde el agua no fue tan bien recibida fue en las zonas costeras de los municipios de San Bartolomé y Mogán. En este último, en Arguineguín, la playa de Las Marañuelas seguía ofreciendo ayer un aspecto sucio con la arena llena de cañas y restos vegetales arrastrados por el agua desde la Cumbre hasta el barranco de Arguineguín. A pesar de la mala presencia, varios bañistas no quisieron perderse ayer los primeros rayos de sol que se veían en el Sur en una semana.

Este sol animó ayer a miles de turistas a volver a Maspalomas a pasar un día de playa para alegría de comerciantes y hosteleros del paseo marítimo que aseguran haber perdido un 60% de las ventas durante las lluvias.

Otros que sonreían ayer eran los caravanistas del campo de fútbol de Arguineguín, a los que de repente les ha salido un río junto a sus casa rodantes. La desembocadura del barranco repleta de agua ha creado una especie de delta lleno de maleza que recurda más a una estampa del Amazonas que del sur grancanario y en la que los hijos de los caravanistas jugaban a ser exploradores sobre un boogie. "El martes había un palmo de agua corriendo debajo de la caravana, pero como no arrastraba nada no quise moverme y no pasó nada", relata Juan Arencibia, uno de los acampados, "lo único malo es que el agua nos trajo una invasión de ranas y no hay quien duerma por las noches con tanto croac, croac".