Alerta roja. El cuarto temporal que visita en febrero el Archipiélago canario trajo bajo el brazo un impresionante vendaval que obligó a elevar los niveles de emergencia en las islas occidentales y en la cumbre de Gran Canaria. Los isleños se disponían a acostarse anoche con cierto miedo en el cuerpo tras ver, por las cadenas de televisión, los mapas del tiempo y las imágenes por satélite de Xynthia, una espectacular borrasca activa, muy profunda y cargada de vientos a la que también se le definía como una ciclogénesis explosiva y que a las 21.00 horas de anoche ya había hecho una demostración de su fuerza al conseguir que en El Roque de Los Muchachos, en La Palma, el anemómetro detectase una racha de hasta 190 kilómetros por hora.

La provincia occidental iba a ser, al cierre de esta edición, la más castigada por el temporal, pero la alerta roja también fue extendida hasta la misma cumbre de Gran Canaria a partir de las doce de la noche. Allí se esperaba superar los 130 kilómetros por hora mientras el resto de la orografía insular debía soportar embates de entre 90 y 100 kilómetros por hora.

A la luz de lo que estaba ocurriendo, la Consejería de Presidencia del Ejecutivo autónomo, con José Miguel Ruano al frente, recomendó a la población en general que evitase en la medida de lo posible los desplazamientos por carretera, al tiempo que sugería el cierre de puertas y ventanas y esquivar el tránsito peatonal junto a muros, grúas, andamios, letreros luminosos y otras estructuras.

Como medida de precaución, el Cabildo de Gran Canaria -que al igual que los de las islas de la provincia de Santa Cruz de Tenerife activó su plan de emergencia- ordenó la evacuación de las zonas de acampada de la cumbre, si bien el número de afectados fue anecdótico.