El Cabildo se propuso a principios de mandato impulsar lo agrícola y lo ganadero, y ayer, en la Granja Agrícola de Arucas, se vieron resultados, con unos ganaderos que pusieron en exposición unos cumplidos 'aparatos' que hicieron las delicias de las más de 2.000 personas que se acercaron a comprobar que esta tierra es productora de belleza y poderío.

La Granja Agrícola Experimental exhibió ayer en Arucas el mejor ganado etiqueta negra de la Isla, en un pase al que acudieron, según el consejero insular de Agricultura y Ganadería, Demetrio Suárez, más de 2.000 personas que además de disfrutar de una abigarrada gallanía de unas 1.300 cabezas de ganado, pudieron participar de una caterva de actividades y exhibiciones.

El certamen comenzó al alba, con camiones cargados con los participantes y se cerró a las siete de la tarde, tras la segunda trasquilada del día. Entre una hora y otra, hubo enyesque a mansalva, con degustaciones de queso, producto ayer de fiesta con la reapertura de la cooperativa Coaldea, impulsada por la Federación de Ganaderos de Gran Canaria (Fedegran) y en la que participan 15 productores que guardan unas 3.000 cabezas entre vacas y cabras. Allí en el expositor estaba la nueva hornada de redondos blancos, tiernos y salados, que con pan bizcocho se deshacían en la boca.

Tal cual ocurría con decenas de productos de la tierra que, degustación a degustación, dejaban al paisano desayunado. Mieles, panes de Ingenio, helados de gofio, dulces de Tejeda..., y hasta guarapo de caña, solo o en mojito, a cargo del agricultor Antonio Brito, que con una fanegada y pico plantada de pura caña de azúcar que empezó "de broma" aspira a crear un museo que atesore la muy larga historia que el cultivo ha dado a las Islas.

Pero mientras una parte del personal se dedicaba con afición al entullo, otra parte tiraba por la anatomía y morfología del bestiario en exposición, observando aquellos cochinos grandes y negros, a los baifos que confundían el índice con una ubre, o escuchando los golpes del ganadero Manuel Ruiz Ramírez, que ilustró de cuando por la capital los pastores anunciaban que llegaba el macho cabrío a disposición de todo dueño que quisiera cruzar sus domésticas cabras capitalinas. El pastor engoaba al grito de 'hay maaacho'. Pero también había hojalateros que ofertaban palas para el gofio, grandes como pequeñas. Un día se cruzaron ambos arrieros, creando una cierta confusión:

- Hay maaacho

- Pa'las chicas y pa'las grandes...

Y fue así, con la banda de Guayedra, los arrastres, las trillas, los bailes y unos rones, que se completó una jornada tan animal como animada.