El estruendo de la música de los bares, pubs y discotecas de Playa del Inglés al que los fines de semana se une el alboroto del botellón ha obligado a los hoteleros a bajar los precios de las habitaciones a 17 ó 20 euros. En esta tarifa se incluye la habitación, el desayuno y la cena, cifra que "no da para cubrir costes" , señala Paloma González, directora del hotel Corona Blanca. Esta directiva hotelera explica que cuando se sienta a negociar con los turoperadores le plantean las quejas de los turistas y que el nivel de satisfacción no llega a un nivel digno, con lo que tienen que llegar a estos precios, que suponen la mitad de lo que cuesta una plaza en la temporada de invierno.

En el complejo hotelero que dirige Antonio Delgado, Jardín del Atlántico, las habitaciones que dan directamente al centro comercial Águila Roja también se venden a 20 euros con media pensión, y las que están en la parte de atrás cuestan de 35 a 40. Delgado añade que de nada vale disponer de un complejo renovado cuando tienes que bajar precios por el ruido de los bares del ocio nocturno. Además, apunta que estas tarifas hacen que acuda un tipo de cliente que no cuida nada el mobiliario.

Bjorn Crist, director del hotel Maritim, situado frente al centro comercial Kasbah y la plaza de Maspalomas, cuenta que es complicado dirigir la recepción puesto que en una mañana que llegan 20 clientes se encuentra que debe atender 40 cambios de habitación porque los turistas se quejan porque no han podido dormir la noche anterior.

"Es un desastre" apunta porque al final tiene dividido el hotel en tres partes: las habitaciones de bajo coste que son las de más ruido, las de precios standar que se localizan de la planta una a la baja, y las catalogadas como confort por estar algo más altas y son las que están entre la quinta a la octava planta. A Tom Smulders, director del hotel Corona Verde, que además preside la patronal extrahotelera de Las Palmas, la solución para evitar las quejas de los clientes se lan ha proporcionado los policías locales. Según dice, los agentes le han planteado que "no sabe gestionar el negocio porque este tipo de hoteles hay que ofertarlos a los turistas muy jóvenes y así no tendrían reclamaciones por no poder dormir". Smulders apunta que además del ruido de los locales hay que aguantar los altercados, a veces violentos, en la calle, de los turistas y los menores del botellón. Los hoteleros ya han puesto pancartas en las fachadas en señal de protesta.