En las mismas circunstancias, cualquier otro habría optado por colgar el martillo, los patrones y las suelas y se habría mandado a mudar al hogar del pensionista, al parque con los nietos o a un viaje con el Imserso a Benidorm, pero está claro que José Mejías Naranjo (Telde, 15 de diciembre de 1933) no sirve para eso. Tiene 76 años, de los cuales ha pasado 63 reparando calzado, y se resiste de tal forma a encarar su más que merecida jubilación que hace apenas cinco meses que no se lo pensó dos veces, se lio la manta a la cabeza y montó de nuevo todo su establecimiento, maquinaria industrial incluida, unos metros más arriba de donde su padre lo fundó, en la calle José Alférez Ascanio de San Gregorio.

"Que no sé hacer otra cosa", se justifica mientras le suelta con el martillo tres viajes a la suela de un zapato de tacón revestido con algo parecido a la piel de un leopardo. Habla José con un palillo de dientes alongado a la comisura derecha de sus labios, de forma pausada, socarrona y sin dejar de hacer lo que ha hecho desde que cumplió los 14 años y probó, sin éxito, fortuna en el taller de mecánica de Maestro Isidro, en el que tiznó la cara siguiendo a su pandilla.

Si Mejías no trajina hoy con radiadores no será por falta de cualidades, sino porque no le dejaron descubrirlas. "Cuando mi padre se enteró de dónde estaba me llamó, me dijo: 'tú lo que quieres es trabajar' y me llevó con él a la zapatería. Al segundo día me sentó en el banco de faena y desde entonces no me he levantado", resume muy risueño.

Al final, el único varón que tuvo su padre, de idéntico nombre y maña con las hormas y las bigornias, se hizo zapatero. Y de los buenos. "Nunca me ha faltado el trabajo. Para estar quieto no sirvo. ¿Emprendedor? Llámalo como quieras, pero yo si puedo moriré con las botas puestas...", musita tras atender a Nayra Collado, que recoge un encargo.

Las particiones y compras le hicieron quedarse con el local que ahora ocupa. "Mientras pueda aquí seguiré, y no es por el dinero. Tengo tres hijos y todos con su vida resuelta, pero ninguno quiere seguir con esto". Cuando cierre se acabará la estirpe de los Mejías. A tenor de la pinta que tiene, la fuerza que conserva y el guineo de su comercio, antes de ese momento habrá arreglado zapatos para medio Telde.