Que el mar es indomable lo sabe todo el mundo, pero que éste sea capaz de sublevarse contra su mismísimo patrón, al mítico dios Neptuno, ésa es harina de otro costal. La escultura de Luis Arencibia, la misma que preside la bahía de Melenara, amaneció ayer mutilada por obra y gracia del último temporal sufrido en la Isla. A la pieza, ejecutada en bronce y que mide 4,20 metros de alto, le faltan desde este jueves su brazo derecho y parte de su tridente.

"Es una pena, pero los embates del mar deben haber sido brutales. Los dos trozos andarán por el fondo, separados a unos 4 ó 5 metros del puntón. No creo que estén más lejos porque pesan como 50 kilos", calculaba a mediodía de ayer Máximo Riol, colega de Arencibia y encargado de dirigir la última reparación que se le hizo a la alegoría más conocida del dios en Canarias.

Los vecinos sitúan la hora de la drástica amputación en plena madrugada. El oleaje vespertino le partió la muñeca, pero el nocturno no tuvo compasión. El de ayer es, sin duda, el destrozo más importante que ha sufrido esta figura, colocada durante 2001 para celebrar el 650º aniversario de la fundación de Telde en una época en la que el municipio fue sembrado de una galería de personajes: desde John Lennon y Gandhi en Arnao hasta el Che Guevara y José Martí en el casco de San Juan.

El alcalde de Telde, Francisco Santiago, se desplazó este jueves hasta la playa para comprobar el estado de la escultura, que en su penúltimo pase por el taller de chapa, allá por 2003, fue rellenada de resina hasta la cintura para plantarle la cara al mar por un lado y, por el otro, a las agresiones sufridas a manos de bañistas adolescentes, los mismos que no dudaron en utilizarla como improvisado trampolín para ejecutar peligrosas piruetas y que obligaron al consistorio a colocar una curiosa señal prohibiendo la gesta.

Después, el Neptuno fue embadurnado de grasa para evitar escaramuzas y tras su último incidente, con una muñeca rota, se le añadió un brazalete que de nada ha servido visto el último estropicio. Arencibia y Riol serán ahora los encargados de repararla, una vez que el mar se calme. La soldadura, eso sí, tendrá que hacerse in situ. "Para quitarla habría que dinamitarla, amigo", apostilla Riol, quien tendrá que esperar junto al padre de Neptuno a que los chicos de la Concejalía de Deportes, algunos buzos experimentados, den con el brazo extraviado y su elefantiásico tenedor entre sebas y arena. El coste, ni se sabe.