El Ayuntamiento de Moya, en aplicación de la Ley de la Memoria Histórica que ejecutó a principios del actual mandato, cambió la denominación de las calles General Franco, General Mola y General Primo de Rivera, aunque resulta que este último señor nació, se desarrolló y murió antes del franquismo, pero como dio el apellido a su hijo, el fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera, fue pasado por el mismo prensapuré municipal y expulsado del callejero.

Según el periodista Antonio Cruz Domínguez, descubridor de este presunto patinazo, resulta que para más inri el general Miguel Primo de Rivera, viene a ser "hijo adoptivo de Moya". Una decisión del pasado siglo tomada en muchos municipios por aprobar la división provincial o ayudar a resolver el pleito de La Aldea de San Nicolás.

Antonio Perera, alcalde de la localidad, confesaba ayer a este periódico quedarse en treinta y tres con este genealógico asunto, "pero si hay que rectificar se rectifica". La calle antes llamada General Primo de Rivera es una vía de gran predicamento. Basta decir que tiene hasta ambulatorio, pero ni la comisión que redactó la propuesta ni el vecindario al que se le pidió opinión para ver qué tal con los nuevos nombres, ni los grupos políticos que por unanimidad aprobaron el asunto, así como algunos casi coetáneos al propio General Primo de Rivera, que falleció en 1930, y que aún habitan en la villa verde cayeron en el detalle.

Pero, ¿entra el General Primo de Rivera, que entre otras cosas fue el que mandó a exiliar a Unamuno, en el ámbito de la ley? El historiador Sergio Millares lo tiene claro. Sentencia que es verdad que en Canarias existe percepción en cierto sectores de que ayudó a las islas, "pero no hay que olvidar que fue un dictador, un militar que intervino un gobierno civil, modelo de lo que vendría después: el franquismo, y como tal no puede ser ejemplo para la ciudadanía, por lo que su eliminación del callejero es una muy buena noticia".

El ejemplo potaje

¿Y en la calle? Francisco Medina, de 53 años, afirma que todo esto es como el potaje. "El potaje es bueno para el cuerpo, pero a todo el mundo no le gusta". A Jacinto Arencibia, de 86 años, le parece "hasta bien", tanto lo del del potaje como la retirada de la placa. A Pepe Domínguez, que lo sabe todo sobre el suspiro de Moya, -"que eso también tiene otra historia"-, le parece fatal: "Murió antes de Franco".

Y a Alexander Zuluaga, de Colombia, pero que un día fue a Moya y allí lleva 15 años -"fuerte pueblo más lindo", dice mientras le pega un barrido a la calle Juan Delgado, a escasos metros de donde aún se erige la Cruz de los Caídos con los nombres de medio centenar de moyenses muertos del bando franquista-, no lo ve muy allá: "Al fin y al cabo es parte de la historia".