La última vecina de Guguy, Carmen Díaz Sánchez, falleció a los 79 años de edad y dejó tras de sí a familiares y conocidos que quisieron rendirle un merecido homenaje. Carmela, como la llamaba todo el mundo, era conocida por su hospitalidad con todos los que pasaban por ese rinconcito cercano a La Aldea.

Su familia celebró ayer un acto de despedida como la misma Carmela había decidido: con todos vestidos de blanco y plantando dos árboles en su misma casa. Sus cenizas fueron repartidas en la zona de detrás de su hogar, donde pasaba la mayor parte del tiempo, junto al estanque de su jardín. Más de una veintena de personas, familiares y conocidos muy allegados no dudaron en acudir en barco desde La Aldea hasta su casa para despedirse de ella.

En el jardín, sus nietas entonaron dos poemas que la misma Carmela había escrito, una vena artística que sorprendió y emocionó a los presentes. Como cuenta su hija Candy, su madre "era una persona muy espontánea. Si tenía que decirte algo duro, lo hacía, pero al mismo tiempo era una persona realmente buena, sincera".

Uno de sus grandes amigos, Fernando Báez, leyó un escrito sobre cómo se conocieron, hace ya 36 años, desde los cuales no dejó de visitarla en los meses de agosto.

Carmela era autodidacta, aprendió a leer escribir sola. Fue cocinera en las presas de La Aldea y además creó un centro de rehabilitación para los adictos a drogas, pero volvía a Guguy, donde le gustaba estar.

El blanco simboliza la pureza de una mujer que amaba la naturaleza, pasión de la que dejó constancia antes de marcharse por una enfermedad que la hizo debilitarse, cuando regalaba su mensaje de hospitalidad y sencillez entre todos los que la conocieron.

Con la marcha de Carmela se pierde y se hace al mismo tiempo un trozo de la historia de Guguy.