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La Isla en fiestas

Fontanales, el siglo de una parroquia

El obispo Ángel Marquina decretó la creación de la parroquia de este pueblo de Moya en octubre del año 1915

Juan Díaz Quevedo. LA PROVINCIA / DLP

El origen del pueblo de Fontanales, perteneciente al municipio de Moya, está relacionado con el desarrollo de varios cortijos que se encontraban en la comarca, pertenecientes a terratenientes isleños. Uno de los más nombrados era el llamado Cortijo de las Casas, en el que levantó una ermita dedicada al apóstol San Bartolomé, alrededor del cual empezó a crecer el núcleo urbano. Este año se cumple el centenario de la parroquia, que fue creada por decreto del obispo Ángel Marquina y Corrales el 10 de octubre de 1915. Su primer párroco fue Juan Díaz Quevedo. Desde entonces se sucedieron como párrocos Mateo Suárez Sarmiento, Juan Díaz Rodríguez, Manuel Rivero Rivero, Nicolás Monzón Sánchez, Fernando García Pérez, Manuel Arencibia Rivero y Roberto Rivero García, actual párroco. Este último fue anteriormente capellán castrense del Ejército del Aire.

Se atribuye la construcción de la primera ermita a Juan Mateo Trujillo, un aruquense inmensamente rico y al mismo tiempo generoso, que la mandó edificar en 1635. Haciendo inventario de sus bienes ante el alcalde de Arucas, Francisco Rosales, el 26 de marzo de 1639, tras la muerte de su tercera esposa, se encuentra, entre sus cláusulas, una que dice:

"Ytem declara el dicho Juan Mateo que se ha hecho durante su matrimonio de la dicha doña Lucana de Orduña una ermita que llaman de San Bartolomé, la dicha ermita, que costó 400 reales". Después señala una serie de disposiciones relacionadas con el mantenimiento del templo y las misas que se celebrarían en él a lo largo de todo el año. Para conservación y ornamento de la ermita impone un tributo a perpetuidad de 90 reales.

Juan Mateo Trujillo, casado con Úrsula de Rosales y Castro, poseía en Fontanales 400 fanegadas de tierras labradías, que limitaban con la Montaña de la Arena, por el sur, y con la Montaña de Doramas, por el norte. Pero además, tenía otras fincas en San Mateo, en Teror, en Firgas y en Arucas. En esa época la mayoría de las tierras agrícolas que había en Fontanales contaban con abundantes fuentes. De ahí el nombre del pueblo.

Francisco Caballero Mujica, deán de la catedral de Las Palmas, investigó sobre la historia de Fontanales y la construcción de su primera ermita. En una escritura otorgada por Mateo Trujillo a su hijo Manuel Álvarez de Godoy, se lee: "Cien fanegadas de tierras labradías poco más o menos que tengo y poseo donde dicen los Jinjos, término de Fontanales, con dos casas bajas terreras y dos gañanías, y una hermita de la abogación de San Bartolomé, dos pomeras de árboles pequeñas que el uno está junto a las dichas casas y el otro junto a la dicha hermita y rededor de ella". Este terrateniente falleció en Arucas el 18 de diciembre de 1655. En su testamento mandó celebrar misas por su alma a diferentes advocaciones, entre las que aparecen "ocho misas a San Bartolomé". Una cláusula dice: "Mando que de mis bienes se den limosnas a la Yglesia del Señor San Bartolomé de Fontanales doscientos reales, para los ornamentos de dicha hermita de que soy Patrono".

Juan Mateo de Castro, que era hijo de Mateo Trujillo, fue cura de Arucas, a partir de 1660, pero antes lo había sido de la parroquia de Moya. En esos años estableció que en la ermita de Fontanales se celebrara una función anual en honor de San Bartolomé, y además, impone sobre sus bienes un censo perpetuo para que, en el día de la fiesta, "se abonen los derechos del Curato". De las tierras descritas, 200 fanegadas le fueron concedidas a Juan Mateo de Castro, pero habían sido declaradas Realengas por el fiscal de la Hacienda Real de la Audiencia de Las Palmas, a pesar de las reclamaciones de Juan Mateo Trujillo. Su hijo no se arredró y marchó a Madrid para realizar gestiones ante el rey Felipe, en 1645, que le hace merced de las 400 fanegadas y otras a ellas confinantes "por los servicios que le hice y los derechos que pagué", según las crónicas. Del tercer matrimonio de Mateo Trujillo, celebrado en 1628, nació el doctor y canónigo Manuel Álvarez de Trujillo.

Manuel Álvarez de Godoy, racionero y prebendado de la Catedral del Obispado de Canarias, poeta y gran orador sagrado, fue el segundo patrono de la ermita de Fontanales. En su testamento del 15 de enero de 1691 se lee que poseía cien fanegadas, con unas casas que tenía el cortijo y una ermita, con la advocación a este apóstol, que había heredado de su padre Juan Mateo Trujillo, cuando se ordenó sacerdote. Los dos hijos del hacendado, como vemos, eran "unos curas ricos". Mateo de Castro falleció el 8 de mayo de 1693. Una de las calles de Fontanales lleva su nombre.

A su favor, Mateo de Castro firmó una escritura de transacción referida a sus propiedades de Fontanales, que sumaban 200 fanegadas de tierras. Se creaba así un vínculo hereditario a favor de su sobrino Francisco Hidalgo de Quintana, que recibió todos sus bienes y los de su hermano Manuel Álvarez de Godoy.

Juan Mateo Trujillo había encargado a su hijo Manuel Álvarez de Godoy que se celebrasen 12 misas rezadas a los apóstoles y también que el 24 de agosto, día de San Bartolomé, se dijese una misa cantada. En otra de las disposiciones indicaba que dicho cortijo con casas y ermita, menos el ganado que en él hubiese, lo disfrutase su sobrino Francisco Hidalgo de Quintana, hijo del alférez Esteban González Hidalgo. Dejó clara su voluntad de que sea cual fuere el porvenir del cortijo de Fontanales, se conservasen las pensiones establecidas por su padre para atender a la conservación y al culto de la ermita. Parece que Álvarez de Godoy fue fiel cumplidor de la voluntad de su padre, desde que tomó posesión de su patrimonio en 1653 hasta 1690, fecha de su propio testamento. Francisco Hidalgo de Quintana se encargó, a partir del 24 de agosto de 1697, de cumplir todos los compromisos religiosos descritos en la ermita de San Bartolomé.

Los accesos al pueblo en esa época eran bastante difíciles. Por esa causa no se prodigaban las visitas pastorales de los obispos de la diócesis de Canarias a esa zona. De todas formas, sí se sabe que acudían a su ermita los curas de Moya, sobre todo el día del patrono, el 24 de agosto. También existe constancia escrita de que el 24 de junio de 1732 llegó a Fontanales el obispo Pedro Dávila y Cárdenas (1731-1738). Se habla de otra visita pastoral ocurrida el 18 de diciembre de 1786, a cargo del obispo Antonio Martínez de la Plaza. A partir de 1793 se abre una nueva etapa al culto en esta ermita fontanalense.

Los efectos de la Desamortización de Mendizábal se dejaron sentir también en Fontanales. Pedro Bravo de Laguna y Huerta era heredero de la mitad de la citado Cortijo de las Casas y era el que llevaba las cargas espirituales de la ermita que abonó desde 1800 a 1809, aunque se asegura que pagaba menos de los que le correspondía. Su viuda, Rosa Falcón, se comprometió a seguir abonándolas hasta 1849. Este año, el nuevo propietario de la finca, un guiense llamado Antonio Gabino González, se negó a pagar dichos cargos, alegando que "pertenecen a la nación", refiriéndose precisamente a esa Desamortización. Así que se hizo cargo del mencionado cortijo sin carga piadosa alguna. "En nombre de esa palabra se produjeron grandes injusticias y atropellos en los bienes eclesiásticos" -asegura el canónigo e investigador Francisco Caballero Mujica. A pesar de estos movimientos que tenían que ver con cuestiones económicas, se potenció en esta época el culto y la devoción a San Bartolomé. La nuda propiedad de la ermita y sus alrededores, pasaron al Obispado de Canarias, quedando los herederos obligados a cumplir las cargas espirituales impuestas por sus fundadores.

El imaginero guiense José Luján Pérez aparece en el escenario fontanalense. Se asegura que hizo su primera comunión en la ermita de San Bartolomé en 1766, cuando tenía 10 años. También dio muestras allí de su vocación artística. Con un cuchillo, que le había regalado un fraile, y un trozo de madera de escobón talló, en el espacio de dos semanas, una efigie parecida a la imagen del apóstol que se encontraba en aquella iglesia. En 1800, Luján Pérez hizo la imagen de San Bartolomé que hoy se venera en Fontanales. Se supone que la escultura de Fontanales fue donada por Pedro Bravo de Laguna, que era el propietario del Cortijo de las Casas y tenía las cargas espirituales del templo.

Baltasar Rodríguez Pulido solicitó permiso para la ampliación de la ermita de Fontanales, porque la población crecía al haber surgido nuevos barrios y caseríos, tras la división de las grandes propiedades agrícolas existentes, los repartos a herederos o a las ventas. En 1808 se presentaron las cuentas que se emplearon en la renovación del templo. Fueron financiadas con las limosnas recaudadas entre el vecindario y visitantes, y debido también a alguna donación generosa de personas pudientes provenientes de otros pueblos.

En el segundo tercio del siglo diecinueve el patricio Matías Hernández y los vecinos decidieron construir una nueva nave a la ermita y reformar la que ya existía. Las obras fueron concluidas en 1872. También se construyó una plaza en el lado sur de la ermita que acogía a los peregrinos y devotos que llegaban hasta el pueblo. Pero hubo que esperar hasta 1915 para que la ermita se convirtiera en parroquia por decreto del obispo Ángel Marquina.

Las fiestas en honor de San Bartolomé es posible que se iniciaran a partir del año 1637. Como era frecuente en otros lugares de la isla donde se veneraban santos o vírgenes, se celebraban romerías, vísperas, sermones, enramadas, arcos de fiestas, promesas, llegadas de grupos de tocadores y cantadores típicos, y se hacían ofrendas de lo que la gente producía o poseía: trigo, millo, lino, berros, ovejas, baifos, etc. Al mismo tiempo se organizaba allí una feria de ganado que se hizo famosa en toda la isla a la que acudían ganaderos y marchantes para realizar sus transacciones e intercambios. En Fontanales se celebra además, en julio, otra fiesta, dedicada a la Virgen del Carmen.

Llegaron los tiempos modernos. Mejoraron los accesos. Se construyeron carreteras y ya podían arribar los romeros más fácilmente desde los pueblos vecinos o de cualquier parte de la Isla. Se ha perdido la costumbre de las grandes caminatas, de las promesas andando, pero, en guaguas o en coches particulares, se produce un desfile continuo de devotos a lo largo del día 24 de agosto.

La agricultura y la ganadería, que era la principal ocupación de los habitantes de este pueblo, ha decaído en los últimos tiempos. En el siglo XIX y XX muchos fontanalenses se veían obligados a emigrar porque aquí no había riqueza ni comida para todos. Unos se iban a América, principalmente a Cuba, otros a cualquier sitio donde encontraran un trabajo fijo y un hogar. Los que se habían establecido en otros lugares solían llamar a sus parientes y amigos. El efecto llamada daba una oportunidad a los emigrantes de mejorar y progresar en todos los aspectos.

Pero Fontanales no se estancó. Vinieron alcaldes a Moya que se interesaron por el progreso de este pueblo y mejora de sus calles. Gracias al impulso del párroco Juan Díaz Rodríguez, con la ayuda de los habitantes de esta parroquia, de muchos de sus hijos emigrados, y de diversas autoridades, en los años 70 se levantó un nuevo templo que sería inaugurado el 24 de agosto de 1974. La nueva iglesia fue diseñada por el arquitecto José Sánchez Murcia. Al fallecer prematuramente, la obra fue dirigida por el aparejador y pintor Victorio Rodríguez, autor también del mural El bautismo de Jesús en el Jordán, que se encuentra en esta iglesia, según relata Francisco Castellano Rodríguez, cronista de Fontanales, profesor y fundador de la primera asociación de vecinos de Fontanales. Otras muchas personas colaboraron.

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