La fiesta de la Virgen de la Cueva comienza el día 15 de agosto con la Bajada de la Imagen desde el Santuario a la Iglesia Parroquial, donde se desarrollan durante la semana los cultos religiosos y los actos folclóricos y deportivos como la carrera ciclista desde Las Palmas de Gran Canaria hasta el pueblo, puesto que la Virgen es Patrona del Ciclismo de la Isla. La bajada y la subida de su imagen son dos de los actos más esperados, además de la ofrenda homenaje de las agrupaciones folclóricas de las islas a su patrona.

El cronistas oficial de Artenara, José Luján, recuerda que fueron cuatro eventos los que de alguna manera abrieron este pueblo periférico al exterior. Primero fue la construcción en 1962 del panorámico mirador de La Cilla, lo que convirtió al municipio en lugar de llegada y acogida tanto al turismo europeo como en de la propia isla. El segundo fue la decoración del interior del templo de San Matías con las pinturas murales realizada por José Arencibia entre 1964 y 1968. En tercer lugar la proclamación de la Virgen como patrona de las agrupaciones folclóricas isleñas en 1963. Y en cuarto y último lugar su posición como símbolo del Ciclismo grancanario en 1964. En este último caso, la tradición ha mantenido desde entonces un estrecho lazo entre los amantes de la bicicleta y la Virgen de Artenara. Cada año, con motivo de las fiestas, los ciclistas hacen una ofrenda especial y se realiza una subida en bicicleta hasta el municipio cumbrero.

Para Luján, la Cuevita es una expresión que refleja un comportamiento de antropología social ceñido al ámbito de la cumbre grancanaria en un rango similar al que ofrecen las clásicas bajadas isleñas de La Palma, El Hierro, La Peña, Las Nieves, El Socorro (Tejeda) o El Pino de Teror. En 1912, durante la celebración de unas misiones de los Padres Paúles, la feligresía artenarense fue consagrada a esta pequeña imagen de la Virgen que ofrece su trono de misericordia en los escarpados riscos de la cumbre. Era una forma de potenciar el culto y la liturgia ante una imagen que el pueblo va a incorporar progresivamente a sus sentimientos y a adentrarlo en su corazón. Este culto mariano, aún en ciernes, se consolida en 1928 con la celebración de la Fiesta de los Estudiantes. Y diez años más tarde, en 1939, al término de la Guerra Civil, los ex combatientes locales firman un acta y se comprometen a celebrar una fiesta el último domingo de agosto.

El cronista destaca la importancia del Mirador de La Cilla, que se ha desvelado cómo el proyecto de esta original instalación turística fue ideado por el prestigioso arquitecto-urbanista menorquín Nicolás María Rubió y Tudurí (1891-1981). "Es una oportunidad para algunos jóvenes de la localidad al convertirse en una incipiente Escuela de Hostelería a nivel local que ha propiciado el cambio de costumbres gastronómicas de muchos habitantes de la comarca que coinciden con el cambio social que se genera con la introducción del turismo.

La restauradora Amparo Caballero Casassa ha estado inmersa en la intervención de la imagen, que ya se sometió a otra revisión en 1999, por las fuertes condiciones de humedad y temperaturas de la cueva que le da el nombre.