Valsequillo, ayer, decidió cambiar su sol resplandeciente de la jornada anterior y su cielo de azul intenso, por nubes negras y un chispi-chispi incesable. Parece que cupido quiso que sus enamorados celebraran comiendo almendras, fresas y queso del municipio bajo la lluvia. Pero ni las gotas incansables pudieron frenar la celebración del día grande del Almendrero en Flor. Los grupos de folclore seguían tocando y bailando, los puestos continuaban sirviendo comida y buen vino, las colas no dejaron de crecer, y Feli Santana no cesó de promocionar, a gritos, el producto estrella del día. El matajilorio de Valsequillo, elaborado con pan, chorizo de untar y almendras tostadas. "Lo mejor del mundo mundial", aseguró con gracia entre la multitud.

"Vengan y prueban la cosa más rica que hay", se escuchaba a lo lejos. "Miren cómo se hacen las mejores almendras garrapiñadas del mundo", proseguía. En una esquina se podía divisar a Feli Santana dando voces mientras preparaba matajilorio de Valsequillo. "Chorizo bien untado con almendras tostadas", explicaba al mismo tiempo que daba a probar a sus clientes. Con gracia y alegría atraía a la muchedumbre que no quería perderse el plato protagonista del día.

Entre los transeúntes, Juan Carlos González y Elisa Calcines dejaron Bañaderos, junto a sus hijos Jorge y Daniel, para recorrer las calles valsequilleras y saborear cada uno de sus rincones con esencia de almendra. "Si se puede, por el trabajo, venimos todos los años", explica González. Mientras, su esposa aseguraba que la tradición de volver se basa "en el buen ambiente que hay" y las ganas de "hacer algo los cuatro juntos y más tranquilos que en los Carnavales". Sin considerarse una pareja que celebra el día de los enamorados, reafirman que sí festejan "el amor en familia", aunque sea pasado por una lluvia casi constante.

Gotas que no condicionaron el transcurso del evento y, aunque algunos puestos llenaran sus toldos de agua y más de un par de zapatos quedara enchumbado, hasta los más pequeños bailarines no abandonaron su espectáculo para recibir el cobijo de todos aquellos que alrededor los animaban al verlos actuar con sus trajes típicos.

Con más frío que en los últimos días, el vino se saboreó con gusto. Por un euro, los visitantes podían tomar una copa de tinto "que sabe más con este tiempo". Platos de carne en salsa, garbanzada o carajacas deleitaron el paladar de canarios y extranjeros que hacían hasta lo imposible por salir victoriosos de la cola para pedir, y de los empujones involuntarios de la muchedumbre. "No se puede ni pasar", se escuchaba en cada rincón. "Este año está mucho mejor organizado", aseguraba Lidia Ramírez, vecina del municipio que acude a la cita con el almendrero junto a su familia.

"Hay más puestos y está más completo", añadió mientras afirmaba que, en esta ocasión, disfrutaban de una celebración doble, "porque que yo recuerde nunca había caído la Fiesta en el día de los enamorados". Ella, junto a su marido Pepe Rodríguez, su hermano Juan Ramírez, su cuñada Esperanza Robaina y los más pequeños de la familia, vivieron el festejo en compañía, entre risas, y con la complicidad de cada año. Para algunos las cosas van a mejor, pero para otros ocurre lo contrario. Los puestos de artesanía parecían no tener la misma afluencia que los de comida, y, aunque el público se acercaba a descubrir lo que ofrecía cada uno, muy pocos compraban. "Este año las ventas han sido más malas", comentó la artesana María José Cedrés. Una bajada que, asegura, no se debe a las lluvias del día, y que bien podrían tener que ver con la cuesta de febrero que no pasa desapercibida.

Al otro lado de la calle, los más animados dejaban la gastronomía y las compras de lado para agarrar a su pareja por la cintura y bailar, sin parar, bajo la carpa. Mayores, jóvenes y niños no pararon en toda la mañana y parte de la tarde en la que se lucieron con sus bailes verbeneros al son de las palmas.

Nísperos con carteles que invitan a comerlos gratis, y cestas de almendras en el suelo con piedras que incitan a abrirlas. Los mayores enseñaban a sus hijos cómo abrir el fruto y, una vez, conseguido, "mira papá, ya me sale, qué rica está", una nueva experiencia que apuntar en el libro de la vida. Esta que la fiesta tradicional del almendrero en flor ha regalado a los miles de visitantes que, a pesar del agua bidireccional, quisieron darle las gracias por regalarle a Gran Canaria tan bonita herencia que enseñar.