Antes de continuar, aclaramos que, indistintamente, vamos a utilizar en esta columna dos términos: "Discapacidad" que es como le gusta al protagonista de esta historia y cómo actualmente lo recoge la Organización Mundial de la Salud, y "Diversidad Funcional", término alternativo que ha empezado a utilizarse en España por iniciativa de los propios afectados.

Al leer esta columna, a muchos se les vendrá a la mente tantas y tantas personas con alguna que otra diversidad funcional y todos y cada uno de ellos con historias y anécdotas interesantes que contar. Pero esta es la columna prometida a Dani que, desde hace algún tiempo nos manifestaba las ganas y la necesidad que sentía por decir algo, por comunicar y transmitir algo y, sobre todo, para agradecer tanto y a tantas personas.

En muchas ocasiones tendemos a pensar que las personas con alguna diversidad funcional tienen que llevar una vida oscura y triste, y aunque como en todo, no se puede generalizar, hay casos en que te encuentras con personas que ya quisiéramos tener su valentía y coraje para afrontar el día a día de la vida; y sin darnos cuenta, tenemos el mejor libro de autoayuda justo al lado, en el mismo barrio, como vecino.

Tal es el caso de Daniel González Francés, que vive en San Fernando de Maspalomas; este año cumple sus 40 agostos y una sucesión de contratiempos al momento de nacer, hicieron que padezca una parálisis cerebral, con un ochenta y cinco por ciento de discapacidad. Y podemos afirmar, sin temor a equivocarnos que Dani goza del cariño y afecto de todos sus vecinos y al preguntarle el porqué de este cariño y popularidad, el afirma que: "quizá sea porque me gusta portarme bien con los que se portan bien conmigo y siento que la gente me quiere, soy muy feliz".

Es por eso que no va a ser el centro de atención de esta columna la problemática de una diversidad funcional o discapacitado; en el caso de Dani hay otros elementos que superan con creces a éstos y son: su optimismo, su positivismo y es que hasta su corretear saltarín por las calles contagia a todos alegría y ganas de vivir, llegando a la conclusión que estamos ante una de esas personas que, al tener una funcionalidad diversa, se les desarrollan otras facultades, otros sentidos y sentimientos que al resto de los mortales se nos está negado o no estamos abiertos a exteriorizar.

La actitud positiva hacia todo y todos con los que convive, hace que Dani sea una persona muy agradecida; sobre todo con Gloria Francés, su madre "es lo más grande que tengo", dice; y es que a partir de sus dieciséis años, descubre en su madre a una mujer que, sola, resurge con fuerza, saca adelante a sus cuatro hijos e inculca a todos (especialmente a Dani), la lucha, el tesón y el afán de superación que han de tener para afrontar adversidades y "barreras" personales.

Dani estudió en San Juan de Dios, de los 5 a los 18 años; terminó la EGB y cuando salió estuvo un año en el Centro de Educación Especial Enrique Jorge, de El Tablero; lugar que además de no gustarle mucho, acabaron por decirle que no era lugar para él. No se lo dijeron con las mismas palabras, pero su destino estaba previsto que fuera interactuar y participar plenamente, con igualdad, en la sociedad que le tocó vivir.

Precisamente del Centro San Juan de Dios guarda los mejores recuerdos de su vida y sus mejores amigos: José Antonio Espinosa y Ángel Ojeda, ambos con distrofia muscular y que ya no están entre nosotros. Allí fue dónde se formó como persona y, de esa época tiene mucho que agradecer también a su abuela paterna.

Y agradece también a sus hermanos el que le cuiden y mimen tanto; aunque incondicional del Barça, es un forofo de la UD Las Palmas y agradece también a su hermano Fredy que le lleve a algunos partidos. Precisamente Fredy es el que le anima a continuar con el deporte de la natación y, le obliga de alguna manera a bajar los kilos de más que coge, porque, según parece, es algo glotón y raterillo de la nevera y el caldero.

Al mismo tiempo que lleva muy mal los contratiempos por los que está atravesando el Centro San Juan de Dios, quiere dejar de manifiesto que es una gran pena el que esté en esta situación por intereses políticos y económicos; y aprovecha para felicitar a esta Orden Hospitalaria por el reconocimiento que se le otorga al concedérsele el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2015.

Entre tantas, hay una anécdota de Dani relacionada con el Centro San Juan de Dios y es que hace ya unos años, saltaron todas las alarmas, porque desapareció de Maspalomas y nadie sabía dónde estaba y fue que, por su propia cuenta, cogió la guagua y se plantó en el Centro, en Las Palmas de Gran Canaria, porque quiso ver y saludar a todos sus compañeros y amigos; desde allí, llamaron a la familia para decirles dónde estaba Dani.

Nadador, casi de competición de élite, cuando le vemos por la calle va o viene de la piscina de San Fernando, allí se hace sus 600/800 mts. diarios y tiene a orgullo decir que ha participado en dos ocasiones en la Travesía a nado Maspalomas-Canaragua, en la modalidad de 1.000 mts., prueba incluida por la Federación Española de Natación en la Copa de España de Aguas Abiertas.

Nos cuenta que en las pasadas Elecciones recibió la notificación de que estaba nombrado como suplente de Presidente de Mesa, resulta que presenta el certificado de "persona con discapacidad", no porque no pudiera hacerlo, sino porque, a su entender, iba a ralentizar un poco el proceso. Eso sí, fue a primerísima hora al Colegio Electoral y fue el primero que votó.

Queremos hurgar un poco y preguntamos a Dani si tiene algún miedo, que si se ve mayor y desamparado; nos manifiesta que no, porque tiene hermanos y "ellos cuidarían de mí, seguro". Pero al mismo tiempo nos dice que sus hermanos trabajan, que no le gustaría ser una carga para nadie y aprovecha para hacer una reivindicación: que debería crearse un Centro de Acogida de adultos discapacitados.

A la pregunta de si se ha enamorado alguna vez, nos manifiesta que "nunca he estado enamorado, me gusta ir a mi aire". Y, de cómo lo tratan en la calle, nos dice: "lo mejor es descubrir que la gente me quiere, me respeta como soy y me tratan como uno más; aunque también reconoce que lo peor que lleva es oír la palabra "pobrecito", con lo feliz que él se siente.

Le encantan los carnavales, los amigos se lo disputan para salir de juerga y, a los chicos y chicas que están en su situación les recomienda: "Que nunca se rindan; que somos como los demás; que se muevan y hagan cosas, porque todos cabemos en esta sociedad".