Sus cestas se exhibieron en ferias insulares, colegios y ocuparon un lugar destacado en el belén viviente de Veneguera. El Ayuntamiento rinde hoy, por el Día de Canarias en la plaza de Las Marañuelas de Arguineguín, un homenaje a un maestro del pírgano y la caña de palma, que supo ponerle una sonrisa incluso a las penurias de la Guerra Civil.

Manolito Pérez fue un hombre que "supo adaptarse a las circunstancias de la vida". Nació en Tejeda, donde aprendió de su tío el oficio de zapatero. Tras pasar "miserias" entre las filas del denominado bando nacional durante la Guerra Civil, regresó al pago de Soria donde formó una gran familia de cuatro hijos. Dedicó toda su vida a la "agricultura" y a un arte que pocas manos del municipio de Mogán han sabido labrar. Nadie le enseñó a trenzar cañas y pírganos de palma, que él mismo recogía en los barrancos de las medianías. Con sus cestas y su "sonrisa de bonachón" ganó amigos, admiradores y un hueco en la artesanía de la Isla. El Ayuntamiento de Mogán rescata hoy por el Día de Canarias la memoria del que fue el maestro cestero del municipio.

A lo largo de la historia Tejeda y Mogán han compartido parroquia, tradiciones y vecinos que han dejado huella en el legado cultural de ambos municipios. Manolito Pérez fue uno de ellos. Nació en el barrio de Timagada de Tejeda. Fue el mayor de diez hermanos, en una época donde los niños ya nacían con la yunta de las vacas bajo el brazo. Su familia tenía animales, naranjas, papas..." menos dinero, tenían de todo", asegura Antonia Pérez, la hija menor del artesano.

Antes de cumplir la mayoría de edad, Manolito aprendió de uno de sus tíos el oficio de zapatero. Remendaba sandalias, hacía albardas de burro, trabajaba el cuero y cualquier otro material que sirviera para sacar adelante a la familia.

En 1936 estalló la Guerra Civil y Manolito, como muchos adolescentes de su generación tuvo que servir en el ejército en varias ciudades de la Península. Por "suerte no le pasó nada", pero tuvo que soportar a la intemperie el frío nocturno de localidades como Burgos sobre cajas de cartón.

Regreso tras la Guerra Civil

Al terminar el conflicto regresó a Soria, en el municipio de Mogán, para casarse con Rosario Mejías. Sin una "peseta" en el bolsillo ambos crearon una familia de tres hijos: Santiago, Juan y Saro. Por aquel entonces Pérez se ganaba la vida "reclutando huevos" por los alrededores de la zona para luego llevárselos caminando a los altos cargos del Ejército, que vivían en la capital de la Isla. Tardaba días en llegar a la ciudad del Guiniguada en su paso solitario. "Y si se le rompía algún huevo por el camino, no se lo pagaban", aseguró su hija Saro.

Tras la muerte de su primera mujer Manolito volvió a casarse con Josefa, natural de Tejeda. Sin embargo, el pueblo de Soria siempre fue el lugar de residencia de la familia. Luego nació Antonia y un tercer varón. Con el tiempo el agricultor comenzó a perderse por los barrancos para buscar cañas y pírgano de palma. En ocasiones le acompañaba Antonia y algunos de sus hermanos.

La jornada era larga, porque mientras su padre dejaba en remojo en los charcos del barranco el pírgano, ellos se dedicaban a buscar cañas por los recovecos de la tierra. Luego el patriarca envolvía la penca de la palmera en sacos hasta que estuviera "blandita". Ya luego Manolito en su taller que se hizo en casa las trenzaba a mano para hacer cestas con las que recoger almendras, tomates, guardar los hilos de costura, lámparas y con el tiempo algún que otro capazo para sus nietas.

El artesano llegó hasta Tasarte a buscar pencas de palmera. Algunos vecinos de la zona se las guardaban e incluso se las enviaban a casa a lomos de las bestias. Por encargos llegaba hasta Tirajana, Cercados de Espino y Mogán. Se pasaba horas confeccionando cestos con la voz de fondo de una radio, que le hacía compañía en las tardes calurosas de Soria.

Su trabajo comenzó a exhibirse en ferias por toda la Isla. A decorar la carreta de Mogán en la romería del Pino y a enriquecer la muestra tradicional que desde hace 30 años ofrece el belén viviente de Veneguera.

De la mano del consistorio comenzó a trasmitir su talento al resto de los moganeros en cursos y talleres. Y cuando ya se mudó a vivir con sus hijas a Vecindario participaba en colegios de la zona con alguna de sus muestras. Sus nietos por aquel entonces presumían de abuelo artesano junto al resto de sus compañeros en el aula .

En 1998 las fiestas de San Antonio de Padua de Mogán brindaron un homenaje al maestro cestero con el canto de una isa que "le llegó al alma" a Manolito.

Con estos mismos versos, la familia despidió al artesano en el barrio de Sardina a principios del mes de mayo. Manolito dejó a sus seres queridos a la edad de 95 años. Y "hasta final" el hombre lució una generosa "sonrisa", presente aún en el corazón de su familia. El consistorio moganero rescata hoy su memoria con un reconocimiento en la plaza de la playa de Las Marañuelas de Arguineguín, en el marco de la celebración del Día de Canarias.

"Donde quiera que esté" el maestro cestero, "estoy segura que agradecerá" este nuevo reconocimiento, matizó Antonia.