En una tarde para el recuerdo, Teror vivió ayer con emoción contenida y solemnidad el primero de los principales actos religiosos de las fiestas en honor a la patrona de Gran Canaria. Fue con el descenso de la Virgen del Pino desde el camarín del altar mayor de la basílica donde permanece a lo largo del año hasta los pies de los feligreses, que toman esta bajada desde las alturas del templo como el inequívoco símbolo de la proximidad con la venerada advocación y del arranque de las jornadas marianas que llegarán a su apogeo el día 8.

En los bancos de la Basílica no cabía ni una sola persona más desde al menos una hora antes de que diera comienzo la eucaristía durante la que se realizó la bajada de la Virgen. Eran algo más de las 6 de la tarde cuando los feligreses comenzaron a repartirse por los pasillos y las entradas abiertas al templo para rezar el rosario mientras las autoridades, como los alcaldes de Teror, Gonzalo Rosario, y Moya, Hipólito Suárez.

Con una puntualidad exquisita y venciendo al calor echando mano de abanicos, a las 7 de la tarde dio comienzo la misa oficiada por Antonio Juan López González, párroco de San Rafael de Vecindario, quien recordó que ahora arrancan "15 días en los que nuestra madre quiere estar más cerca de sus hijos e hijas". Los fieles seguían la misa guardando un respetuoso silencio sepulcral, aguardando con expectación la llegada del esperado momento en el que la Virgen "se pone una vez más a nuestra altura", recordó el oficiante.

Cuando llegó el momento del descenso, la iglesia ya se mostraba completamente abarrotada. Los pasillos habían terminado de convertirse en auténticos ríos de fieles a la busca de un lugar desde donde contemplar la escena. El número de asistentes era tan elevado que buena parte de los asistentes tuvieron que conformarse con atisbar desde el exterior lo que ocurría junto al altar del templo.

Envuelta en tules blancos y azules y rodeada por exuberantes ramos de anturios, la talla inició un suave movimiento a las 20.09 con el que dio comenzó su sosegado recorrido en diagonal hacia los pies del templo ante la emoción de los congregados. Cada pocos segundos prorrumpían en vítores. "¡Guapa!", decía alguien alzando la voz desde el fondo de la iglesia mientras todos los feligreses se arrancaban a aplaudir. "¡Viva la Virgen del Pino", seguían otros, ante lo que todos al unísono respondían con otro sonoro "¡Viva!".

Para muchos era un momento de emoción contenida y miradas vidriosas enjugadas de complicidad y fe. Las lágrimas brotaban de sus ojos ante la contemplación del descenso de la talla de la Virgen mientras en el exterior del templo los voladores ponían sobre aviso a todo el pueblo de lo que estaba ocurriendo en la iglesia terorense, que este año celebra además su primer centenario desde que fue reconocida por el Vaticano con el título honorífico de basílica.

Manos alzadas

Dieciséis minutos y quince segundos después de haber comenzado su viaje desde las alturas, la Virgen llegaba en su trono hasta el suelo, donde era esperada por López Sánchez y el vicario general de la diócesis de Canarias, Hipólito Cabrera, de quienes recibió el último impulso antes de ser ubicada en el emplazamiento en el que los fieles la podrán contemplar durante los próximos 15 días. Los primeros no pudieron esperar y corrieron a tocar la base de su baldaquino de plata. Para entonces la iglesia ya se había convertido en un gran aplauso que prácticamente tapaba las palabras de los oficiantes, que antes de terminar la eucaristía pedían a los presentes que alzaran las manos saludando a la Virgen y al mundo entero.

Esta es una de las tradiciones más respetadas entre todas las que rodean a las celebraciones septembrinas. Su origen se remonta al siglo XIX, cuando se hacía desprovista del actual boato. Al carecer de un mecanismo de bajada, antiguamente la Virgen era portada a hombros a través de la escalera de la sacristía. Fue a comienzos del siglo XX cuando se ideó el ingenioso sistema de raíles que permite el descenso de la Virgen, realizando a ojos de quienes la observan desde los pies de la iglesia una suerte de levitación ayudada por el efecto que generan los tules y las flores que la rodean en su desplazamiento. Desde que se utilizó por primera vez en 1927, éste es uno de los momentos más esperados por los vecinos de Teror y los miles de peregrinos que llegan cada año desde toda la Isla y otros puntos del Archipiélago.

Fue el pasado 1 de septiembre cuando la camarera mayor de la Virgen, Pino Escudero del Castillo, terminó de vestir la talla con el manto blanco o de las rosas, una bella y delicada pieza bordada a mano en 1868 por las Hijas de la Caridad del hospital de San Martín de Las Palmas de Gran Canaria. Este es uno de los mantos más queridos de entre los que cubren la talla de la Virgen y ha vivido ya dos restauraciones para salvarlo del deterioro que mostraba: la primera fue realizada en 1932 por las monjas del Císter terorense. La segunda tuvo lugar a comienzos de la década de 1980 por parte de Francisco Herrera.

Eucaristías y romería

La bajada marca el arranque de las festividades religiosas que se prolongarán hasta que el 18 de septiembre, dentro de dos semanas, la Virgen regrese a su camarín con una homilía que será presidida de nuevo por el reverendo Antonio Juan López González. Entre medias, eucaristías como las que se ofrecerán hoy a las 8.00 y cada hora entre las 10.00 y las 13.00, además de otra misa a las 18.30.

Mañana lunes y el martes se rezará un rosario a las 18.30, tras lo que tendrá lugar una eucaristía a las 19.00 horas. El miércoles, víspera de la festividad de la patrona de la diócesis de Canarias, habrá rezo de laúdes a las 9.00 y eucaristías a las 12.00, 21.00 y 22.30 horas.

El jueves, día grande de las celebraciones del Pino, habrá misas cada hora entre las 3.00 y las 10.00 horas y se celebrará una solemne eucaristía a partir del mediodía oficiada por el obispo Francisco Cases en presencia de las autoridades, tras la cual tendrá lugar la tradicional procesión.

Cuatro días más tarde, el domingo 11, la talla volverá a recorrer por la tarde las empedradas calles del casco de la villa mariana. Será durante la celebración del Día de las Marías, fecha que también suele congregar a un alto número de creyentes.

Durante todas esas jornadas tendrá lugar también el novenario con homilías presididas por el delegado diocesano de la pastoral penitenciaria, Alejandro Moreno; el párroco de San Antonio de Mogán, Marcos Jesús Arencibia Cabrera, y el capellán del hospital Insular, Octavio Naranjo López.