Con todo el personal duchado, vestido y perfumado tras una densa víspera de Rama y Retreta, se dio cumplimento ayer sábado al mediodía del acompañamiento de la Virgen de Las Nieves hasta la iglesia de la Concepción, con un diligente San Pedro que salía de su casa matriz para encontrarse con la patrona en la Vuelta de las Candelarias, y así amenizarle los últimos metros de camino.

A la gira religiosa se apuntaron la Banda de Agaete, un nutrido grupo de reyunos, el gremio marinero que saca del ropero su uniforme de gala de la pesca de bajura -cuello marinero con ancla y gorra de marinería-, así como buena parte de la representación política de las islas que, como marca la tradición, se quedó en el zaguán del templo principal, dado que en Agaete es marca de la casa mantenerlos al filo de la cancela de la iglesia. A todo ellos se sumaba el grueso de la formación, miles de agaetenses de residencia y agaetenses de vida afuera, que en este día confluyen en la que es la jornada familiar por excelencia, la de la conversa y el "qué bueno, Carmelo, que por fin te dejas ver".

La mecánica de la procesión incluye un pequeño circuito por las calles del pueblo y una fenomenal traca final, en el que se registran personas de dos tipos. Las duras de oido que observan el fenómeno pirotécnico a rente la fogalera sin mover una ceja, y otro sector que se achanta y espanta con profusión de sustos y pálpitos. Y no es para menos. Una traca de estas sin previo aviso en un amanecer de Corea del Norte y se activa un Defcom 2, o alerta nuclear. Y si la procesión, el encuentro, los reyunos y la Banda de Agaete tienen su aquello, no menos novelero y sustancioso resulta el final del agasajo.

Es ahí cuando se da rienda a la conversa, y de la conversa a las cañas..., pero para más conversa. Los bares, terrazas, y hasta de ventana a calle de las tascas es todo ello un caidero de cervezas para un día que, como el de ayer, parecía diseñado por la Aemet, con ese rutilante azul quizá patentado en exclusiva para la villa y una atmósfera atemperada por un constante alisio que refrescaba a la bonita velocidad de 30 kilómetros por hora, o al menos eso es lo que apuntaba la agencia a esas horas del mediodía.

La fase tres culmina con el despeje a casa. Ahora son grupos familiares y de amigos que van enfilando las calles para distribuirse entre el albeo de la villa, al socaire de patios y cocinas. En los pucheros del pregonero 2017, José Antonio Godoy y tomado solo como referente de un menú casi generalizado en la localidad para estas fechas, ayer tocaba ensaladilla rusa, -remarcando el carácter cosmopolita del agaetense-, carne mechada y una sopa de sentar las madres, por el práctico método de incorporar fideo fino a las ingentes cantidades de caldo elaborado para amansar los pomos durante La Rama del día anterior.

De después del almuerzo ya poco se sabe. Hubo quién traspuso un par de horas para adecuar el cuerpo al horario estándar, perdido tras dos días de parranda, y también quién hiló café del Valle con lo que vendría después, un más sosegado concierto de Vocal Siete, dentro del Memorial Alfonso Estupiñán que cumple su 17 edición con el espectáculo Todo se transforma, para coger de nuevo fogalera nocturna con la verbena de Panamaribe.

Y hoy de nuevo más caldo, en la plaza de la Constitución a partir de las diez de la noche, con el concierto Regresando a Fania All Star, producido por Totó Noriega.