Hace 33 años Yolanda Montenegro (Teror, 1959), ataviada con un traje de Néstor Álamo, cruzó el Paseo González Díaz de la villa mariana a lomos de un camello. Nunca imaginó que sería "la última" vecina en desfilar sobre este animal en Teror durante la víspera del día grande de la patrona de la Isla. Ayer, ante la mirada de sus dos nietos y miles de romeros, tuvo la "suerte" de volver a abrir la ofrenda desde la joroba de un camello de Lanzarote tras la iniciativa del ayuntamiento de recuperar esta tradición. La fiesta tuvo además este año 17 invitadas de honor, que aspiran junto a la carroza de Mogán a convertirse en Miss Universo.

En 1974 los vecinos de Teror "se peleaban" por subirse a los camellos durante la romería. La lista de espera para tremendo "privilegio" era larga y solo podían acceder al trono aquellas niñas que tuvieran vestido de Néstor. A través de una amistad Yolanda pudo desfilar aquel año junto a otras dos muchachas del municipio. Entonces era una chiquilla extrovertida, a la que le daba miedo pocas cosas, y solo pensaba en disfrutar de las fiestas grandes de su pueblo. Aquel desfile no solo quedó grabado como un día especial en su retina, sino en la historia de la ofrenda de Teror. Fue el último año que aquellos animales exóticos, procedentes de una finca de Los Llanos María Rivera, agasajaron a la imagen.

Desde hace ya unos años, tras el hermanamiento de Teror con Tinajo (Lanzarote), la villa mariana reivindica fuera y dentro de sus fronteras la importancia del sector primario en el Archipiélago. El pasado mes de julio, durante una exposición de animales en la isla vecina, Teror pidió ayuda al Cabildo lanzaroteño para recuperar la presencia de camellos en la romería. La conversación se saldó con cuatro ejemplares, procedentes del Parque Nacional de Timanfaya, en pleno desfile de carrozas en El Pino y miles de romeros, sobre todo los más pequeños, pendientes de estos forasteros.

Los animales, propiedad de los hermanos Viñoly, se convirtieron en la principal atracción de la romería. Careto y Andrés, con Yolanda y otras dos vecinas en sus lomos, encabezaron el desfile. Tras sus pasos una hilera de carrozas, cargadas con manjares de la tierra, continúo el camino hacia la basílica.

"Estoy muy contenta, porque nunca imaginé que volvería a tener la oportunidad de repetir una experiencia así en mi vida. Anoche casi no pegué ojo de los nervios y solo espero que esta tradición continúe en los próximos años", aseguró Yolanda, que lucía traje nuevo para la ocasión.

Según desvelaron desde el consistorio, la idea es que el regreso de los camellos al empedrado terorense se convierta a partir de ahora en "cita permanente".

Tras la comitiva animal, partieron las carrozas hacia la plaza de Nuestra Señora de El Pino. El municipio anfitrión, el Cabildo y La Aldea marcaron el ritmo entre parranderos y visitantes entregados a la causa. Carmen González, junto a sus compañeras del proyecto cultural de Desarrollo Comunitario de La Aldea, bailó durante todo el recorrido. La ocasión lo merecía: tras algunas plegarias a la virgen, uno de los hijos de González ha superado con éxito sus problemas de salud. "Este año estoy muy contenta y vengo al Pino a pagar una promesa. Por suerte este fin de semana celebraremos las fiestas de San Nicolás en casa todos juntos", aseguró la vecina.

Entre folías, bandurrias y tambores las carrozas alcanzaron la calle principal del pueblo. Mogán, cargada de pescado fresco y frutas de temporada, destacó en la retahíla de parrandas por sus acompañantes femeninas. Un total de 17 jóvenes, procedentes de Fuerteventura, Tenerife y Gran Canaria, acapararon las miradas de los visitantes. Lucían vestimenta tradicional del siglo XVIII, cedida por las vecinas de Mogán. Algunas, como Conchy Romero, se atrevieron hasta prestar la mantilla negra de encaje. El paseo por Teror, que cogió por sorpresa a muchas participantes, es solo un aperitivo del certamen que acoge mañana Playa de Mogán.

Además del jolgorio y la comida, algunas carrozas destacaron en la ofrenda por sus alegorías. La fachada de la iglesia de Tejeda, con reloj y campana incluidos, despertó admiración durante el camino. Las lavanderas de la Vega de San Mateo, obra de Domingo Santana, y los bordados de la familia Muñoz de Santa Brígida completaron el ranking de los decorados más aclamados. Sin embargo, la reproducción a pequeña escala del casco histórico de Agüimes, a todo color, fue este año para la mayoría de los visitantes la joya de El Pino.