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San Bartolomé de Tirajana

El pianista que toca boca abajo

El alemán Sascha Klaar, famoso por su espectáculo aéreo con los teclados, incendia las noches del Sur con viejas glorias del rock

El pianista que toca boca abajo

Lo conocen como el "diablo de los teclados" por incendiar los bares de medio mundo con la chispa que prende su piano rojo. Sascha Klaar (1971, Düsseldorf) es capaz de dar una pirueta de 360 grados en el aire y tocar a la vez, sin que le tiemble el pulso, las viejas glorias del rock. Desde el pasado 14 de julio este torbellilo alemán, galardonado en 2009 como el artista del año en su país de origen, revoluciona las noches de Playa del Inglés junto a los platillos de su amigo, Detlef Cremer.

Klaar y Cremer se conocieron hace 25 años en la ciudad de Colonia (Alemania). La pasión por la música, que entonces les unió, les ha vuelto a reencontrar "por sorpresa" a 3.675 kilómetros de casa. Con algunas "canas más", que "a estas alturas no se pueden ocultar", confiesa entre risas Cremer, y una hecatombe de energía el "destino" ha cruzado sus vidas una vez más sobre los escenarios en Playa del Inglés.

Klaar comenzó a tocar la batería con solo seis años. Recuerda como si fuera ayer cuando agitaba las "cucharas de madera" en la cocina de su madre sobre un set de percusión que le habían regalo por Navidad. Pronto cambió los platillos, "por supuesto de color rojo", por un piano de cola. Lo tenía claro: mientras los niños se peleaban en el recreo por darle golpes a la pelota, Klaar prefería quedarse en clase de música acariciando los teclados.

De adolescente y forzado por la situación familiar, comenzó a trabajar los fines de semana en una tienda de instrumentos de música. Allí conoció a Cremer, un integrante de la banda del carnaval de Colonia que con la misma le daba a la cuerda que al platillo. Enseguida conectaron. Eran "jóvenes e ingenuos", recuerda Cremer desde uno de los sillones rojos que decora el bar Sascha's de la Avenida Tirajana de Playa del Inglés.

Ambos hicieron de su pasión su profesión. A Cremer le ofrecieron un contrato de trabajo en Suiza. No se lo pensó dos veces: cogió las maletas y se dedicó a marcar el ritmo con su batería en las noches de hoteles cercanos al Lago de los Cuatro Cantones de Lucerna. Entre actuación y espectáculo su jefe le preguntó que si conocía a algún pianista con ganas de poner en pie al público. Y Cremer, sin pensárselo dos veces, llamó a Klaar.

Con solo 18 años el pianista alemán se presentó en Suiza con la idea de quedarse solo "tres meses". Aquel contrato inicial se prorrogó, finalmente, por "cinco años". Durante este tiempo los dos amigos lograron vivir de la música en hoteles y fiestas privadas. No tocaron juntos, porque trabajan en locales diferentes, pero sí coincidían en algunos conciertos en Alemania.

A pesar de que trabajaba en Suiza, Klaar creó su propia banda en Colonia. En compañía de sus músicos comenzó a irse de gira por Holanda, Austria y otros países de la Europa central. Se hizo famosos como la espuma y, de repente, se vio en un concierto para empresas alemanas en Shangai (China). De la mano del gobierno germano ha ofrecido espectáculos, en las noches que jugaba su selección en el mundial de Río de Janeiro (2014) o las olimpiadas de Londres (2012).

A lo largo de 25 años de carrera, ha compartido escenario con músicos de la talla de Ray Charles o Jackson Singers. Ha grabado seis álbumes e incluso le ha dado tiempo para componer algunas canciones.

La academia de la música en Alemania le ha otorgado los premios de Mejor Show Internacional en 2007 y del Artista del Año en 2009. Su espectáculo aéreo, con el que vuela en círculo junto a su piano rojo mientras toca los clásicos de los 60 y 70s, ha causado sensación hasta en Las Vegas (EEUU).

Entre gira y compromisos profesionales un día, y de esto "hace ya 20 años", cuenta Sascha, acabó tocando el piano en la boda de un amigo en la playa de Arguineguín. Fue día espectacular y, sin duda, "amor a primera vista". Mientras entonaba algún clásico en su teclado, divisó la orilla del mar. El sol, que nunca abandona esta zona de la Isla, y la fiesta se cruzaron en su camino y de repente pensó en voz alta que "algún día" viviría "en Gran Canaria". Quién le iba a decir que dos décadas más tarde aquel "sueño" se haría realidad en compañía de su mujer, Aneta, y su hija que no podía llamarse de otra forma que Melodie.

Durante años disfrutó de descansos improvisados en la costa de San Bartolomé de Tirajana y Mogán. Sin embargo, no fue hasta el pasado mes de octubre, que vino a la isla para otra boda de un amigo, cuando decidió lanzarse a la aventura y comenzar una nueva vida con su familia en Playa del Inglés. Una noche, mientras tomaba una copa en el hotel Maritim Playa de Plaza Maspalomas, se encontró por "pura casualidad" con una cara amiga. Sabía que Cremer vivía en Gran Canaria y que trabajaba como locutor de radio pero casi ni le había dado tiempo para ponerse en contacto con él. Y, de repente, como en los "viejos tiempos" los dos amigos se fundieron en un abrazo junto a un piano de cola.

Tras el reencuentro regresaron las ganas de tocar juntos. Cremer, que tras tocar en la década de los noventa en el antiguo hotel El Escorial decidió también hace un par de años fijar su residencia en Maspalomas, comenzó a mover ficha. Su mujer, que es peluquera, un día mientras hablaba con una clienta se acordó de Sascha. Wanda, propietaria de un bar en Playa del Inglés, buscaba pianista.

Y el amigo de su marido era "justo lo que necesitaba" su establecimiento y "las noches del Sur".

El pasado mes de julio Cremer y Klaar se subieron a la tarima del pub. "Estaban nerviosos" pero no por el estreno ni por salir en la televisión alemana, sino por la emoción de volver a actuar juntos.

Ahora, que son veteranos y que con solo una mirada saben "perfectamente" hacia dónde dirigirse en el escenario, la música les divierte "más que nunca".

"Ya no se trata de trabajo". Las noches en el Sascha's piano son un viaje al pasado que se funde con la alegría del presente, explica Klaar. En más de cuatro horas de espectáculo, el público puede pasar de encerar el piso con los pies a ritmo del Tutti Frutti de Jerry Lee Lewis a entonar a pleno pulmón las estrofas del legendario Little Richard. Se trata de cantar a modo de karaoke junto al dúo alemán las canciones más populares de Diana Ross, Tina Turner, los Rolling Stones o, incluso, la versión de Everybody needs somebody de Solomon Burke. "No es un concierto al uso", matiza Cremer, en el que la gente se sienta en la barra y escucha música, sino un espectáculo improvisado donde el público toma protagonismo y Klaar se deja, simplemente, llevar por su instinto musical. De la misma forma que se quita el zapato, casi siempre de color rojo, y lo agita junto al teclado; se pone de pie sobre su sillón y toca inclinado. A veces se tumba hacia atrás y otras se enreda en las teclas de espalda. Con este hombre "nunca se sabe lo que va a ocurrir", pero lo cierto es que este verano sus actuaciones han causado sensación no solo en los alemanes sino también en el "público local". "Me encantan los españoles porque con poco se entregan y se vienen arriba", espeta entusiasmado el pianista.

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