Ascensión Bernal dice que los primeros romeros de Tinajo partieron de su casa, "cogimos unos burros, los cargamos con pejines, millo, queso y aguapata y salimos hacia el centro de la plaza. Le dimos toda la vuelta al pueblo y después invitamos a la gente a comer, todo el mundo se nos quedó mirando. Entonces yo tendría unos 25 años, y ahora ya tengo 83. La romería a Los Dolores salió de casa, y de los vecinos de Mancha Blanca".
Ascensión es una mujer divertida. Siempre risueña, apasionada de la virgen de Los Dolores y de poder mostrar a todos los visitantes la calidez de su pueblo. Estos días su casa está llena de familiares. Cuenta con orgullo que ha tenido ocho hijos, "seis varones y dos hembras, dieciséis nietos y tres bisnietos, sólo con nosotros podemos hacer la fiesta".
Como si fuera ayer recuerda que su madre hacía siempre puchero, y "mataba una gallina para hacer una sopa, mi padre solía venir algo cargado, con tanta aguapata, y nada mejor que una buena sopa para sentar el cuerpo".
Estos días de fiesta permanecen vivos en la memoria de esta abuela de Tinajo. Junto a las anécdotas más curiosas, el aroma de las jareas y las tortas de trigo, tan ricas, que si Ascensión cerrara los ojos, parece que aquel sabor vuelve a su boca.
Desde aquellos años en los que unos pocos se atrevían a ir caminando, en burro, o los más ricos, en coche, hasta Mancha Blanca, Los Dolores se ha convertido en la festividad de todos los lanzaroteños. Se queda con amigos, y si algún conocido tiene casa en Tinajo, ya sabe que muy pronto recibirá la visita de un montón de gente que pasaba por allí y sólo quería disfrutar con estos días de rezos, diversión, parranda y vino.