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Una médico de familia en Lesbos

La doctora del centro de salud de Playa Honda y voluntaria de Médicos del Mundo Julene Larrañaga permaneció un mes en el campo de refugiados de Moria, en una isla de Grecia

Julene Larrañaga con un niño afgano y su madre en el campo de refugiados de Moria en Grecia. LP / DLP

"Todas y cada una de las personas con las que he conversado ansían lo mismo, aquello que para nosotros es normal, sentirse seguros, que sus hijos puedan acudir al colegio, salud, una vivienda, es decir, una vida digna". La médico de familia del centro de salud de Playa Honda y voluntaria de Médicos del Mundo, Julene Larrañaga, que desde el 5 de febrero al 5 de marzo se desplazó a trabajar al campo de refugiados de Moria en la isla griega de Lesbos, pone de relieve la incapacidad de los gobiernos europeos para hacer frente a esta grave crisis humanitaria.

"No existe voluntad política de los gobernantes europeos", resalta una médico que vio como miles de personas, fundamentalmente mujeres y niños se juegan la vida cada día para huir de las guerras. "Los refugiados están en manos de las mafias que campan a sus anchas", asegura después de oír cientos de historias de abusos y violencia.

"Desde el punto de vista sanitario la labor no era complicada, así que los voluntarios nos centrábamos en escucharles, ya que cada persona que pasaba por la consulta, nos relataba su vida, el motivo por el que habían emprendido esta ruta tan peligrosa". Unos testimonios que en el caso de las mujeres incluía en ocasiones las violaciones y abusos.

Moria era hasta el pasado 20 de marzo, antes de que se firmara el acuerdo entre la UE y Turquía, el centro en el que los refugiados se registraban como paso previo para continuar su viaje hacia el continente europeo. "Apenas estaban un día antes de continuar su ruta", indica. Sin embargo, ahora este campo de refugiados es un centro de detención desde donde se reportará a los inmigrantes a Turquía. Sin embargo, Larrañaga cree que el acuerdo entre la UE y Turquía provocará un cambio en las rutas migratorias hacia Europa.

Aunque durante su estancia al campo de refugiados llegaban cada día más de mil personas procedentes en su mayoría de Siria, Irak y Afganistán su trabajo se centraba en la atención a los afganos con la ayuda de una traductora. "Como llegaban empapados lo primero era darles ropa seca y después las primeras atenciones médicas, así como material de higiene. "Lo más habitual eran los resfriados y los dolores en los pies, rodillas y espalda por haber caminado cientos de kilómetros", relata Julene.

"Aunque cada uno de nosotros tiene sus propios problemas, tenemos que tener una mirada amplia para darnos cuenta de lo que están sufriendo estas personas", afirma.

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