El fondeo del Explorer, fuera del recinto portuario, no pasó desapercibido: no es usual que un navío con toda la pinta de crucero -que lo es, aunque muy especial- tome combustible de una gabarra con sus pasajeros a bordo. Sobre todo, si éstos resultan ser estudiantes en pleno curso, que es para lo que se emplea el navío en cuestión.

El Instituto para la Educación a Bordo, que tiene en la universidad estadounidense de Virginia a su esponsor principal, cumple justo en 2013 el medio siglo de vida. Un intervalo de tiempo en el que ha desarrollado el singular programa Semester at Sea (Un semestre en el mar), inspirado en las teorías educativas de James Edwin Lough, profesor de Psicología en la universidad de Nueva York. La idea es que los jóvenes completen una formación más rica en experiencias, las adquiridas en los puertos en los que atraca su universidad flotante.

El Explorer, de hecho, es el quinto buque que emplea para este fin el instituto, tras el Seven Seas, el Ryndam, el Universe y el Universe Explorer. En este otoño completa un amplio recorrido atlántico, desde el norte de Europa hasta el Golfo de Florida, pasando por toda la costa occidental africana, Sudamérica y el Caribe. A bordo viajan unos 600 estudiantes de EEUU, Canadá y Australia, que ayer vieron la capital grancanaria a distancia, a la altura de los tetrápodos.

La universidad flotante tomó combustible antes de su partida, prevista para el mismo día, en una breve escala entre Casablanca, su puerto de procedencia y Guinea Conakry, su próximo destino. En Marruecos, los alumnos ya pudieron elegir en tierra un plan didáctico centrado, por ejemplo, en la arquitectura local, sus costumbres o incluso en la aventura (paseo en camello). En el resto de paradas tendrán posibilidades similares, con arreglo a las peculiaridades de cada una de ellas. En Gran Canaria, en cambio, tocó escala técnica... y poco más.