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Comercio Negocios tradicionales en el barrio de Triana

Un rincón exquisito

El mismo día en que murió Carrero Blanco, hace 42 años, Maribel Parres inauguró su tienda Jícara

Un rincón exquisito

Maribel Parres no tarda mucho en confesar que ella siempre habla "con el corazón". Eso es algo que se le nota tanto como su debilidad por el buen gusto. Basta solo con echar un vistazo a su tienda para darse cuenta de que en el interior no se encontrará cualquier cosa. Jícara es un canto a la elegancia pero, sobre todo, a la tradición. "Aquí se vendieron los primeros bombones frescos de la ciudad", asegura con orgullo la propietaria. Y es que el suyo es uno de los establecimientos más antiguos que sobreviven en la zona de Triana, aunque no se sabe por cuánto tiempo. "Estamos liquidando los artículos, pero no se trata de un cierre definitivo, porque yo me reinventaré con lo que se me ocurra", anuncia con tranquilidad.

Parres tenía apenas 28 años cuando puso en marcha su negocio. La primera tienda de Jícara se abrió en 1973 en el número 37 de la plaza de la Feria, frente al edificio de la Delegación de Gobierno. Concretamente, fue el 20 de diciembre cuando tuvo lugar una inauguración un tanto peculiar. "Ese día fue asesinado Luis Carrero Blanco, quien era presidente del Gobierno español en aquella época y nosotros teníamos preparada una inauguración por todo lo alto que no podíamos cancelar porque estaban preparados los regalos para los invitados". ¿Qué hizo entonces? Celebrar la fiesta de apertura en la trastienda, con el escaparate tapado y los invitados entrando por una puerta pequeña. "Yo no quería que pareciese que celebraba la muerte del presidente, pobre hombre", aclara.

Aun así, su comienzo fue un éxito y tan solo un año después abrió el local de la calle Cano. El chocolate fresco traído desde Francia fue una de las grandes novedades del momento. "Hasta que yo abrí, aquí solo se vendían los bombones en lata y en supermercados. Así que cuando probaban el marron glacé se iban encantados", afirma poco antes de sacar una caja de la nevera y demostrar que los pequeños dulces chocolateados que vende son exquisitos. "Mi establecimiento llamaba la atención porque yo siempre me he ido a la mayor calidad en mis productos".

Maribel Parres no dudaba en viajar por toda Europa y gran parte de Estados Unidos para buscar aquellas piezas únicas que ofertar después a sus clientes en algunas de las cuatro tiendas que llegó a tener (dos en Tenerife y una en Lanzarote). También tuvo una floristería. Al recordarla se le escapa de nuevo una sonrisa. Y es que la decoración es otra de sus pasiones. De hecho, fue a Madrid para formarse en esta materia, a pesar de que no acabó por problemas en la vista. "Perdí casi toda la visión, así que mi marido José María Castellano y yo nos fuimos a Nueva York para que me operasen. Fui una de las primeras personas en el mundo a las que el doctor Ramón Castroviejo le practicó un transplante de córnea". Le viene otro recuerdo a la mente y, de repente, le entra risa. "Yo tenía solo 23 años cuando llegué a América y cuando me fui de aquí todavía existían los mostradores en las tiendas, así que la primera vez que entré en un supermercado americano y vi una máquina registradora no sabía de dónde salía aquello".

Esa es una de las cosas que, a sus 71 años, echa de menos la propietaria de Jícara. "Ahora ya es difícil sorprenderte, sea en el país que sea, porque las ciudades han perdido su esencia y lo que les diferenciaba. Y, por supuesto, Las Palmas de Gran Canaria también". Se refiere al hecho de que las marcas conocidas tengan presencia y numerosas tiendas en cada continente, con lo que ello implica.

"En la Isla están cerrando las tiendas de toda la vida por la llegada de las multinacionales", lamenta. "Antes el comercio era muy personal y el cliente era fiel, si le gustaba lo que le mostrabas no preguntaba precios, pero ahora todo es ya igual en todas partes", señala quien además se ha encargado de la organización de bodas y fiestas privadas a petición de su clientela. "También he dado cursos de protocolo o el arte de poner la mesa, porque tengo que decir que yo pongo unas mesas divinas", cuenta poco antes de que entren en Jícara personas con acento extranjero. "Les encanta entrar a mirar porque lo que hay aquí no es algo que encuentren en otro establecimiento de la ciudad. A eso me refería con que hemos perdido lo que nos diferenciaba de otros lugares", sentencia.

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