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Puente de agosto Chapuzón en la capital

Día de estreno en Las Canteras

Diego González, de un año, se baña por primera vez en la playa capitalina

Es la primera vez que Diego González pisa la playa de Las Canteras y según cuentan sus padres, Yolanda Haro y el teldense José Luis González, él está encantado con el agua, pero sobre todo con la arena. Tanto es así que, además de rebozar su pequeño cuerpo por la orilla de La Cícer, no duda en llevarse un puñado de tierra mojada a la boca en cuanto se despistan sus progenitores y su compañera de juegos, Lucía Peregrina. Nada que no se solucione con un buen enjuagón para disfrutar del paisaje que, a su añito de edad, se le antoja como un lugar divertido para experimentar el domingo del único puente que tiene el verano. Basta con mirarle la cara de felicidad, por supuesto llena de arena, para comprobar que aunque el pequeño viva en Madrid junto a su familia, lo suyo es definitivamente el mar.

Los termómetros repartidos por el paseo del litoral parpadean constantemente marcando la temperatura que impera en el ambiente: 33 grados. Una cifra que en el paseo tan solo se hace llevadera bajo las sombrillas de alguna de las concurridas terrazas o, en su defecto, con algo fresquito entre las manos. Justo al lado del Auditorio Alfredo Kraus, antes de llegar a la zona de baño, el carrito de helados de Artesanos al aire libre que regentan Pedro Santiago y Vanesa Arencibia se convierte en la mejor opción para muchos de los viandantes. Granizadas de fresa, polos de hielo de sabores afrutados y los tradicionales helados de fiesta llaman la atención, cual oasis, en medio de la solajera. Todos ellos han sido elaborados de manera artesanal por los propietarios del pequeño puesto que hace viajar al pasado. "Nosotros estamos aquí desde hace 15 días, y estamos muy agradecidos al Ayuntamiento y la concejalía de Ciudad de Mar por habernos permitido llevar a cabo este proyecto. Nosotros tenemos otros puetos en el mercadillo del Puerto donde llevamos más tiempo", explica Santiago, quien heredó el negocio, la empresa Helados Serama que abrió su padre hace 20 años, aprendiendo la receta "de toda la vida" a base de leche, azúcar, aromas y conservantes.

Un rebumbio de ingredientes que dan como resultado el refrescante manjar por el que, como aprendió en los pocos días que lleva en la ciudad, Adriana Montenegro se decanta por el sabor tradicional de fresa y coco. Al igual que para el pequeño Diego, la de ayer fue su primera vez en Las Canteras y ya antes de pisarla junto a Abraham Fleitas estaba impresionada. "Hemos visto un vídeo con vistas aéreas porque quería ver cómo funciona el ascensor", explica la joven valenciana que, además de estar encantada con "la simpatía de los canarios", desde primera hora ya planeaba pasar la tarde en La Barra.

Zambullirse en el agua es una de las mejores opciones dado el calor que se hace mucho más llevadero a pie de playa. De eso sabe Uriel Santana Ramírez a pesar de que también tiene un año recién cumplido. A diferencia de Diego, que sigue con sus juegos junto a su familia justo al lado de la suya, él conoce la playa de Las Canteras bastante bien ya que sus padres se decantan por la costa capitalina siempre que "amanece bueno". Y ayer lo hizo. Así que junto a sus abuelos y sus papás, Óscar Santana y Sibia Ramírez, el pequeño llegó a la joya de la corona de la ciudad para hacer lo que más le gusta: ir directo al agua. Ataviado con una camiseta y el pañal, chapotea divertido en una piscina que se ha creado de forma natural justo en la orilla. Allí se entretiene con su cubo de playa de colores durante un rato hasta que la marea comienza a subir y las olas que le llegan de una manera suave, pero cuantiosa, le dan la actividad suficiente como para hacer lo que verdaderamente quiere hacer.

Santana Ramírez no se lo piensa dos veces al tercer revoleo del agua y se pone de pie para ir derechito a donde está lo divertido: el mar. Su intención es firme. Prueba de ello es la carrera que se mete hacia el agua, seguido de su madre que no tarda en cogerle en brazos para devolverle al punto inicial donde le espera su padre. No tarda mucho en volverlo a intentar, pero una vez más, sus progenitores guían sus pasos en la otra dirección. Nada que le frustre porque él está igual de empapado y de entretenido.

A diferencia de otros años, algunos usuarios de La Cícer comentan que la zona no está excesivamente concurrida para como se pone en otras ocasiones. Con las áreas más pegadas al mar despejadas, esta parte del litoral se convierte en el lugar idóneo para que los chiquillos y no tan chiquillos jueguen partidos de fútbol con porterías improvisadas dibujadas sobre la oscura arena. Además de los surferos que entran y salen constantemente con las tablas, las palas son otro reclamo para muchos de los que disfrutan de la jornada de puente de playa. Mónica Hernández y Néstor García están entre ellos. A pesar de que el choque de la pelota con la madera lleva un rato sonando, ninguno de los dos lleva un recuento de los puntos. "Es una buena manera de hacer ejercicio", asegura ella, quien confiesa ser una fija en el litoral capitalino al que suele ir todo el año, sobre todo, "por la comodidad".

Son muchos más los que han aplicado el mismo argumento en una jornada de domingo en la que la previsión generalizada es que "todo el mundo tire para el sur". No obstante, no fue tan así ya que basta con una oteada para ver la retahíla de sombrillas que serpentea por todo el litoral. Bajo una de ellas, cerca de la zona más próxima al Reina Isabel, se encuentra Bentejuí Ojeda. Se nota que no hace mucho acaba de darse un chapuzón del que se seca tejiendo un tapiz a base de cuentas de colores. Un trabajo laborioso que sin embargo, él reconoce que le entretiene. Aún le faltan algunas de las flores que adornan la tela, pero el resultado es ya precioso. "Me lo traigo aquí, para entretenerme", cuenta mientras mira escultura de arena que preside la playa desde hace 15 días. "Es obra de Etual Ojeda", pero yo le ayudo cuidándosela estos días, explica el también escultor que en esta ocasión custodia a un astronauta que está unido por cordones umbilicales a un niño y a una vaca, ambos famélicos, como denuncia del hambre en el mundo "al que se dedica menos dinero que a ir al espacio". Apenas hay unas monedas delante del monumento. Nada nuevo. "Hoy hace sol y en los días así la gente solo quiere estar en el agua o tirada en la toalla". Y es que lo que para unos es positivo, para otros sea una desventaja.

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