Paulino Rivero contó ayer ante unos veinte periodistas cómo un presidente del Gobierno también puede ser víctima de un episodio estrambótico. Tanto que el cabeza del Ejecutivo regional cree, aunque pendiente de confirmar, que fue material para un metódico pensamiento selectivo del área de control aeroportuario. El resultado es que su helicóptero quedó suspendido en el cielo de Gran Canaria un tiempo exagerado por un supuesto lío en las autovías aéreas. El aparato estuvo en situación de paseo hasta nuevo aviso de Gando. El espacio sin respuesta fue suficiente para que Rivero dudase sobre la existencia de su propio cargo, al reflexionar entre nube y nube sobre la necesaria seguridad que se deriva de su alta responsabilidad. Y entre pasada y pasada por los bucles brumosos en alerta amarilla tuvo la sangre fría, además, para madurar la decisión de pedir a los jurídicos un acotamiento de la estrambótica actuación. El presidente descendió por la escalerilla con dos dedos pellizcándole la oreja: los controladores lo habían tenido a expensas del viento por exigir "una militarización" del servicio, y por ofrecerse de mediador entre AENA y el quinto poder para arreglar el jauja de las torres de control.

El aire y el ruido del motor sobre la tormenta me dan mucho miedo, por lo que estoy al cien por cien con Paulino Rivero. Pero más allá del exceso de sudoración, está la posibilidad de que su helicóptero hubiese sido elegido para estar en el aire más de lo debido, en un ensayo de lo que puede ocurrir en Semana Santa con todos los canarios que se atrevan a coger un avión. La hipótesis da paso a una curiosa investigación con peritajes por medio; conversaciones registradas entre el piloto y la torre de control; entradas por el audio desde el gabinete de Presidencia, imagino que preocupado por la protección de Paulino Rivero, y cotejos varios de los indicadores aeroportuarios que se unieron para cascar la agenda del Presidente.

Lo estrambótico también puede dar acceso a la claraboya de la claridad. Usted y yo, agobiados pasajeros, no conocemos ni por asomo hasta dónde llega y acaba nuestra seguridad aérea. Ahora, con el caso que afecta a nuestro presidente, nos podemos enterar si hay señores que se cachondean del resto del mundo manejando el cielo. Si es lo contrario, mejor que mejor.