Fue en la boda del hijo de un importante empresario en Meloneras. Desde que llegaron a la recepción del hotel, en una de sus primeras apariciones públicas como pareja sentimental, José Miguel Suárez Gil, 'el zorro plateado', y la abogada penalista Josefina Navarrete se convirtieron en el centro de todos los cuchicheos. "Míralos -decía una ejecutiva- cogiditos de la mano; parecen hechos el uno para el otro". "Y viceversa", añadió socarrón un periodista. Él iba sacando pecho embutido en su impecable smoking, y hasta se permitió alguna zafia ironía con alguien que no era santo de su devoción. Ella no decía ni pío, cosa que extrañó. "Esto puede ser un choque de trenes, pasados los primeros momentos de la pasión. Josefina tiene muuuucho genio y en su profesión va de diva".

El ex presidente de la Cámara de Comercio fue siempre un personaje controvertido; su subida al estrellato estuvo empedrada de conflictos y sembrada de sospechas. Se le tenía, en los ambientes de la patronal, por un experto en subvenciones, y destacar en eso, en Canarias, tierra subvencionada por naturaleza, significa mucho. Cuando estalló el escándalo, un conocido industrial, de una saga que ha apostado por la inversión y el compromiso, Óliver Alonso, dijo que "siempre Suárez Gil ha tenido una dudosa reputación". Fue el primero en decirlo tan claramente; y a algunos exestudiantes de La Laguna esas palabras les recordaron la anécdota atribuida al legendario catedrático de Derecho Político José María Hernández Rubio, evolucionado desde el falangismo de primera hora al anarco pintoresquismo. Según la leyenda urbana lagunera, don José María, hombre excéntrico aparte de gran intelectual, acudió al Casino acompañado de dos mujeres pintarrajeadas y ceñidas. El portero, muy cortés, lo paró en la puerta.

-Don José María, de parte de la directiva que con esas acompañantes no puede entrar.

-¿Cómo que no? ¿Por qué?

-Porque son mujeres... vamos, pues, eh... de dudosa reputación.

-De eso nada. ¡Son putas! Las de dudosa reputación son las que están dentro.

Y se fue tan tranquilo, dejando para la posteridad este diálogo, que 'si non e vero e ben trovato'.

Poco a poco van surgiendo nuevas noticias de este suceso del Fondillo que en el futuro se recuadrará en los anales de la corrupción a lomos de lo picaresco y lo tragicómico sin salir de lo esperpéntico y bananero. Todo indica que, polvos, y lodos, aparte, se trató de un enlace de conveniencia; y que Suárez Gil puso a nombre de su flamante esposa y reputada letrada penalista, acostumbrada a lidiar con truhanes de toda laya, una parte importante de sus bienes, al parecer por motivos tan poco edificantes como situarlos artificiosamente fuera del alcance de posibles embargos. 'A confesión de parte, ausencia de prueba', establece un aforismo jurídico. La abogada dice que podría quedarse con estas propiedades, pero que las va a devolver; y los abogados del dueño de un museo ilegal de armamento casero han iniciado los trámites para recuperarlos. ¿Siete millones de euros fruto silencioso de cincuenta años de trabajo?... ¡y mucha suerte en estos tiempos de crisis, y de 'etc.'! ¿Cuántos comerciantes de los que cotizan a la Cámara, que ha tenido épocas de singulares delirios de grandeza, pueden presumir de tener tanto dinero 'a buen recaudo'? Felicidades, mientras dure.

Al encañonar a su mujer, 'el zorro' sacó la pasta de dientes del tubo. Un camino sin retorno. Aquella unión entre individuos tan dispares causó 'ab initio' sorpresa y sospechas. No podía ser solamente producto de una 'fogalera' pasional de maduros. Ahora descubrimos la vigencia de Marx: el materialismo científico como explicación. La ambición como instrumento. Los euros como motivo. Qué triste forma de pasar a la historia para dos personajes de la 'crema' social. Eso sí, desnatada y caducada.