Siempre me ha parecido estupendo (suena chic y horrible, pero suena) que en su tiempo fuéramos un referente de la producción artística y literaria del surrealismo. Un trío irrepetible e imposible, Lorca, Dalí, Buñuel, es el responsable máximo de tal hazaña. Después, la oscuridad de la noche nos convirtió en socialrealistas en lo literario, escurridizos en lo cinematográfico, geniales en el arte y esperpénticos en casi todo lo demás, esto nunca lo hemos perdido.

Pero de un tiempo a esta parte, el surrealismo español, hispano, ibérico o como se quiera (todo menos del Estado español: eso significa convertir a la ciudadanía en funcionarios) repercute en la política como norma de conducta. El surrealismo artístico y literario hace tiempo que no escandaliza ni repele, es una forma más de expresión. Pero en política es otra cosa. Veamos. ¿No es surrealista que la secretaria general del principal y único partido de la derecha española sea una desequilibrada? Me refiero a la patología evidente que sufre la señora Cospedal, manía persecutoria: antaño eran policías, hogaño son detectives privados. Y lo más surreal es que lo dice con solemnidad, recreándose en las pausas, olvidando la correcta entonación del español -no confundir con pronunciación, por favor: hay tantas como hablantes-. Si fuera en los USA, estaríamos con un grave problema en el senado y en la fiscalía general. Y que un comunista, después nacionalista, diputado nacional por Coalición Canaria y máximo pelota de Aznar López, haya sido pillado al volante sin carné de conducir, ¿no es buñuelesco? José Carlos Mauricio es el sujeto y, por lo que se ve, lleva años conduciendo sin haber nunca obtenido el correspondiente permiso. El remate de estos días lo puso el niño Mariano, cómo no. Entrevistado por el chico de los tirantes y los corpiños, no supo decir cómo solucionaría el problema del paro porque no entendía su letra, según confesó. A él mismo le pareció increíble. Surreal: puede ser presidente del Gobierno de España.