En la entrega de los Oscar Hollywood da cuenta cada año de la cotización de los valores en el mercado moral. En general, con la elección de las historias viene a decirnos que hay que ser buenos. Fue paradigmático el caso de la derrota de Pulp Fiction por Forrest Gump en los Oscar de 1994, pero hay otros muchos. Alguna vez se premia al chico malo, para remedar la parábola de la oveja descarriada, pero el tono general del discurso moral de Hollywood es coherente con su función de gran predicador global. Este año el Comité de Buenas Costumbres ha vuelto a premiar al chico bueno (El discurso del rey), dejando a un lado al malo (Valor de ley), quizá por no haber caído en la potencia moral simbólica de la segunda, en la que a la jovencita en tierra salvaje ninguno de los pistoleros le toca un pelo de la ropa, y sólo la muerde una serpiente de ley, o sea, la mera encarnación del maligno.