Ya no hay vuelta atrás. Se ha iniciado la campaña electoral y durante 15 días estaremos rodeados de carteles de los partidos en las calles, oiremos sus mensajes por doquier y luego, tras tomarnos un respiro en la jornada de reflexión, votaremos y a esperar que sea para bien. Sin embargo, estos comicios nacen con el handicap de la indiferencia de los ciudadanos, más preocupados por el paro y cómo llegar a final de mes que de escuchar argumentos de unos y otros. Los candidatos deberán tener claro que los discursos fuera de tono, las descalificaciones o el 'tu madre también' no interesan ahora a una población que ve a sus representantes en las instituciones como los responsables de sus males. Parados e, incluso, trabajadores, no están para chanzas ni ocurrencias mitineras, muy graciosas en tiempos de bonanza económica, pero inoportunas al día de hoy. La cuestión es si, acostumbrados a campañas donde era más importante poner bonito al rival, sabrán los partidos proponer soluciones reales y serias a una ciudadanía angustiada. El panorama augura, bajo este prisma, una campaña descafeinada, sin sal y pimienta, a menos a priori, pero nunca se sabe...