No me digan que no. Que levante la mano el que nunca al abrir el periódico, aunque solo sea de reojo, haya echado un vistazo a las esquelas , y de manera rápida saque la edad media de los fallecidos y la compare primero con la suya y luego con la esperanza de vida nacional, en el convencimiento de que la suya esté por debajo, si no fuera así enseguida vuelve sobre sus pasos para con cara de circunstancia sentenciar: "Bueno, este que ha muerto tan joven seguro que se drogaba".

Hay esquelas para todos los gustos: -Justiniano Álvarez Montero. Hombre digno donde los haya. Nos dejó el 23 de febrero, con la pena de no poder ejercitar el derecho democrático al voto el 9 de marzo, a José L. Rodríguez Zapatero-. Luego las hay con foto y sin foto, con chascarrillo como: "Manolo no nos esperes levantado, ya iremos llegando" o "señor, recíbela con la misma alegría con la que yo te la mando", "ahora estás con el señor, señor cuidado con la cartera", "buen esposo, buen padre, mal electricista". Por estas latitudes representamos año tras año el D. Juan de Zorrilla, donde llega el comendador para llevarnos al infierno sin darse cuenta que hace tiempo que nos estamos quemando vivos sin que "doña Inés" haga algo para remediarlo.

Estos días celebremos el día de los difuntos o de todos los santos que queda mejor, mientras que el mundo anglosajón poco a poco ha ido introduciendo esa especie de botellón en que se ha convertido la profana tradición de la calabaza con ojos y bocas mientras los gurús de la economía, día sí y día también nos preguntan siempre lo mismo: truco o trato.

A veces se nos va la vida pensando que nos vamos a morir y nos hacemos seguros de vida, cuando en realidad lo que nos venden son seguros de muerte.

Cambiemos el chip de la cultura de muerte por la vida y como dijo mi admirado Oscar Wilde: "La vida es simplemente un mal cuarto de hora formado por momentos exquisitos".