Lo mejor del día de la votación es el silencio, que contrasta con el vocerío, y hasta la histeria, de los últimos días de campaña, cuando megafonías y caravanas publicitarias se cruzan en las calles, como si se ganara dando más voces que el contrario. En realidad, nunca es así. El voto es la fructificación de una semilla que germina lentamente en las cabezas, y la campaña sólo influye algo en su maduración. En España la mayoría de la gente toma su decisión con tanto juicio y sentido de la responsabilidad como si el resultado final dependiera de su voto (y en realidad es así). Tal vez por eso la ciudadanía acude a las urnas con semejante recogimiento y circunspección. Como si guardara en las manos un secreto o un talismán (en realidad así es también) y fuera consciente de cuánta historia ha tenido que transcurrir para que el poder político esté un día cada cuatrienio en manos de todos.