Les relato una historia real, un símbolo de la globalización totalitaria que padecemos. Una país africano decide construir una carretera. Cuenta con fondos europeos. Convoca un concurso. Una empresa constructora española de reconocido prestigio se lee los pliegos: "Chupado. Lo ganamos seguro. La maquinaria la traemos de España, la que tenemos parada por la crisis, un 50% menos de presupuesto; el equipo humano técnico, español, el resto, hasta un 90% de personas, local, bien pagado y asegurado. Nadie superará nuestra oferta, por experiencia y por propuesta económica". Los chinos también saben leer pliegos: una empresa estatal del gran país capitalista-comunista, presenta su oferta: "Maquinaria gratis, ingenieros pagaditos lo justo y mano de obra, gratis total, 5.000 presos chinos que trasladamos de inmediato a África". ¿Quién ganó el concurso? Los chinos. Los productos que consumimos en el primer mundo, los de tecnología más sofisticada, se producen a precios de risa en oriente porque la mano de obra es esclavismo puro. Nuestros sindicatos, y los franceses, y los alemanes, y los italianos y los británicos, todos, a Belén con los pastores. Rajoy, su gobierno y sus medidas, son unos peones en el entramado global de la nueva economía totalitaria, la de la explotación de las personas, la de la especulación de los mercados. Señores Méndez (UGT) y Toxo (CC OO), ¿no pueden reunir a su colegas europeos y contarles algo tan simple como lo que escribo? ¿No les pueden decir que hay que impedir que en la Unión Europea se vendan productos que están fabricados en condiciones de explotación, de esclavismo? Porque lo de los derechos humanos es una cumbre muy lejana al lado de esta simpleza. Consumimos la marca de la manzana, las de las zapatillas deportivas, acabaremos comprando coches contaminantes e inseguros, pero nuestros sindicalistas se dedican al mareo de la perdiz, a la caza menor. A todos los requisitos de importación hay que asociar uno, el más importante: la calidad humana.