En 1972 la editorial Rizzoli editó el libro de los neuropsiquiatras italianos Renato Giorda y Tullio Bazzi, con el título "Non mi uccido per morire" (No me mato para morir). En épocas de crisis agudas, tanto personales como colectivas, se registra un incremento del porcentaje de suicidios consumados y de desórdenes psicosomáticos y la OMS así lo advierte. La práctica psicoclínica también avala que, en tiempos de crisis agudas, aumenta el número de personas con ideas suicidales, que pueden manifestarse, también, en forma de sueños o ensoñaciones y que pueden ejecutarse o no. Hoy poseemos ya conclusiones estadísticas sobre el preocupante aumento de suicidios en lo que va de crisis global desde 2008. De estas estadísticas Canarias no se libra. El libro de Giorda-Bazzi planteó una tesis, entonces novedosa, por la que el suicida se veía obligada a matarse para evitar la peor muerte, la muerte en vida, que se le hacía absolutamente insoportable dado el desproporcionado peso de su existencia y el bajísimo grado de su energía vital. A lo largo del ejercicio profesional como psicólogo clínico, aprendí que una de las clasificaciones tipológicas del suicidio, es la que distingue un suicidio por elección madura de un suicidio por error inmaduro.

Del primer tipo cito, por ser conocido socialmente, el suicidio del Sr. Ramón Sampedro en enero de 1998, ayudado por una amiga. El Sr. Sampedro eligió con madurez adulta interrumpir su vida, para él ya sin sentido e insoportable. La inmensa mayoría de la opinión pública, a excepción de las conciencias rígidas y fundamentalistas, considera este suicidio fruto de una elección pensada, éticamente bien sopesada, lógica y madura. Cuando la vida se hace insoportable para alguien que la sufre, el suicidio puede entenderse como razonable y objeto de una elección libre, que hay que respetar. Atacar diciendo que Dios es el único dueño de la vida, supone un concepto sádico y torturador de ese Dios. El Dios vengador y beligerante ha sido preferido por algunos al Dios Amor. Hasta la renovación del Derecho canónico de 1982, los suicidas ni recibían honras fúnebres ni eran enterrados en cementerio católico ¡Qué arrogancia y qué falta de respeto!

Desgraciadamente, hay también un suicidio por error. Es el que decide una persona víctima de un error existencial sobre sí mismo o sobre la realidad en la que vive. Me refiero a las personas que yerran sobre su valoración, sobre sus capacidades, sobre sus éxitos y se sienten falsamente inferiores e inútiles, sin serlo en absoluto o las que se sienten neuróticamente culpables, siendo bellísimas personas que jamás han delinquido o personas que se sienten incapaces de vivir sin otras. Un tal suicidio es triste fruto de un enorme error existencial, error que no anula el tremendo sufrimiento que asfixia el alma de quien lo padece.

Cuando las autarquías neoliberales y los fétidos mercados imponen recortes y ajustes insoportables para muchas madres y padres, para muchos jóvenes y ancianos, ¿tienen en cuenta que la capacidad de soportación humana tiene sus límites? ¿Caen en la cuenta estos dueños del poder y del dinero, que la vida humana puede perder su sentido y su razón de ser cuando las necesidades fundamentales no se pueden cubrir? ¿Saben nuestros mercaderes y gobernantes que una de las cargas más insoportables para un ser humano es verse injustamente tratado, manipulado, desposeído de sus derechos y humillado? Reflexionen con honradez los que ajustan, recortan y reforman tan dura, tan obediente y tan alegremente? Señores, hay más variables que las económico-financieras. La vida no es sólo materia, es también psique y espíritu y esto hay que tenerlo en cuenta a la hora de imponer insoportables reformas y crueles recortes de derechos adquiridos.