Acabo de leer el valiente libro de Jean Ziegler Destrucción masiva. geopolítica del hambre. Su autor fue relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación. Hoy es miembro del Comité Consultivo del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Las palabras que siguen se inspiran en este libro y en datos estadísticos ofrecidos por la FAO y por el Programa Mundial sobre Alimentación (PMA). Hay que advertir, de entrada, que ambas instituciones están actualmente privadas, con intención dolosa y criminal, de los medios adecuados, apenas pueden ejercer sus respectivas funciones. Especialmente la FAO está en vergonzosa situación de ruina. Según datos de la propia FAO, comprobados por el Prof. Ziegler, el 70% de los recortadísimos ingresos de la FAO se usan para pagar a sus funcionarios. Y es que la FAO perdió hace mucho su noble y altruista independencia. Muy poco a poco, como hacen los criminales de fondo, el Banco Mundial, el FMI y la Organización Mundial del Comercio, apoyadas por las muy lucrativas y mafiosas sociedades privadas transcontinentales, se han hecho con el control de la política agraria mundial y de la seguridad alimentaria. La FAO sufre, además, una feroz campaña de desprestigio y de calumnias por parte de estas instituciones, que boicotean todas las conferencias sobre el hambre organizadas por la FAO en Roma. Los criminales depredadores son los mismos que rugen buscando, en esta crisis global por ellos provocada, a qué y a quién devorar. El 16 de diciembre de 1966 la ONU adopta el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, cuyo art. 11 se refiere al derecho humano a la alimentación y cuya redacción reza así: "El derecho a la alimentación es el derecho a tener un acceso regular, permanente y libre, sea de un modo directo, o bien por medio de compras monetarias, a un alimento cualitativa y cuantitativamente adecuado y suficiente..., y que garantice una vida psíquica y física, individual y colectiva, libre de angustias, satisfactoria y digna". Ante esta férrea claridad del Derecho, hay que denunciar que precisamente el derecho a la alimentación es, con toda certeza, el más constantemente violado en nuestro mundo. Según la FAO, son cerca de mil millones las personas grave y permanentemente desnutridas en nuestro planeta. Supone un escándalo insoportable saber que cada cinco segundos muere un niño de hambre en nuestro mundo racional y tecnológico que, por otra parte, rezuma riquezas de todo tipo. Hoy por hoy, la agricultura mundial podría alimentar, tranquilamente, a 12.000 millones de personas, casi el doble de la actual población del planeta.

Así es como podemos hablar no sólo de geografía del hambre; sino de geopolítica del hambre, como ya hiciera el brasileño Josué de Castro, cofundador de la FAO y de otras asociaciones contra el hambre en el mundo, luchador incansable, libre y valiente, siempre perseguido y desprestigiado por los grandes banqueros y demás depredadores del capital financiero globalizado. El hambre, tanto en su forma de subalimentación con escasez de calorías suficientes, como en la de desnutrición (silent hunger) con carencia de micronutrientes, vitaminas, minerales, es un arma política de castigo y de destrucción masiva de un pueblo. ¡Que nadie se asombre ante esta afirmación! Las más de las veces es la ambición inhumana y criminal de los depredadores de la economía y de las finanzas, otras veces son los embargos a pueblos, cuyos dirigentes son experimentados como peligrosos o, simplemente, desobedientes a los amos del dinero y de la fuerza. Tanto lo primero como lo segundo se traducen en un severo castigo a la población más necesitada, usando el hambre como arma de destrucción masiva. Con un embargo de alimentos o de recursos no alimentarios de primera necesidad se causan cientos de miles de muertos y discapacidades crónicas en niños de 0 a 5 años y en madres embarazadas. El embargo de la ONU destruyó completamente la economía de Irak. Bill Clinton no quería una segunda guerra del Golfo e ideó una estrategia de máximo sufrimiento que obligara al pueblo iraquí a rebelarse contra su dictador Sadam Hussein. La verdugo de esta idea fue la secretaria de Estado Madeleine Albright. Decretó un férreo bloqueo contra el pueblo iraquí por el que murieron de hambre 500.000 niños. Cuando un periodista de la NBC le preguntó "si la muerte de medio millón de niños era el precio que teníamos que pagar", la verdugo, obesa de tanto McDonald's, respondió "creemos que ese precio ha valido la pena". Todo esto se realizó con conocimiento de la ONU. El jefe de la misión de Malasia ante la ONU, exclamó al saberlo: "¡Qué ironía! ¡La misma política que supuestamente debería liberar a Irak de las armas de destrucción masiva, se reveló ella misma como un arma de destrucción masiva!" Es una gran mentira que el hambre del mundo sea fruto de la fatalidad o, como dicen los depredadores del Banco Mundial, los del FMI o los de la OMC y las grandes multinacionales de la Agricultura y de la Alimentación, un método de selección natural de la especie. ¡Qué criminales! ¿Habrá alguien que dude aún de la necesidad de un cambio radical de paradigma, es decir, de una revolución en toda regla, aunque con la bandera del pacifismo? Frau Merkel ha dado recientemente una vuelta de tornillo en la garganta de los hambrientos. Sugiere retirar las subvenciones a los Bancos de Alimentos, que han salvado tantas vidas humanas desde 1987; pero ésta es época de austeridad, que es un arma de destrucción masiva, porque, a vista de todos, trae más hambre.

La solución pasa porque los Estados recuperen la fuerza y el poder democráticos sobre bancos y trusts agroindustriales y que la sociedad civil obligue a sus gobernantes, con las presiones pacíficas que fueran necesarias, a actuar sobre ellos con valentía y conciencia ética. Las tierras robadas con engaño por los grandes latifundistas han de ser devueltas al pueblo, de manera que cada unidad familiar de los pobres rurales tenga su despensa viva en un terreno suficiente. Termino citando un texto del libro bíblico del Eclesiástico que cita el propio Prof. Ziegler: "El pan que mendigan es la vida de los pobres; el que se lo quita es un asesino. Mata a su prójimo el que le quita los medios para sobrevivir; retener el salario de un trabajador es lo mismo que derramar su sangre" (34,21). Dedico esta cita a todos los políticos, especialmente a Mariano Rajoy (católico); a todos los poderosos, especialmente a Frau Merkel (luterana); a todos los banqueros, especialmente a Chr. Lagarde (católica) y a los jerarcas religiosos, especialmente a J. Ratzinger (católico cesaropapista).