Están cortados por el mismo patrón: son atildados, seguros de sí mismos, echados 'palante', permítaseme el barbarismo para estar a su bajura; tienen un punto de chulería y malcriadez cuando hablan de la oposición y responden a las críticas. Parecen en posesión de la verdad absoluta, esa que no se discute en asambleas y para la que no rigen los principios de la democracia. Aunque también los hay de la subespecie hipócrita silenciosa. La elegancia queda para sus trajes a la medida, llamativas corbatas, gemelos que asoman por los puños, zapatos 'súper, súper' brillantes.

Ya ofenden al mirar a su contrincante o a la gente que los ve con desconfianza; son desconsiderados con sus gestos y sus palabras, prestas para el insulto y la descalificación. Están siempre dentro del cilindro de la puerta giratoria público-privada que se mueve sin cesar. Los hay en toda España, pero en el PP de Madrid está lo más granado de este muestrario que mezcla a partes iguales la desvergüenza, la chulería, el pijismo ofensivo y una soberbia tal que es para un demócrata como dos pistolas para un Cristo.

Muchos comparten otras señas de identidad: un patriotismo exacerbado -el patriotismo suele ser el disfraz de muchos sinvergüenzas- y las cuentas en Suiza o los sobresueldos, en blanco, negro y gris marengo, que les privilegian frente a los demás españoles. Se envuelven en la bandera, si es posible acompañados a barlovento por prelados y exaltados ultracatólicos de ofensa dispuesta en la punta de la lengua. Ellos suelen llevar en la muñeca, en la solapa, en el cinto, una banderita roja y gualda. Van a manifestaciones donde flamean las banderas. Si los que llevan estas enseñas como elemento tribal de distinción fueran los únicos españoles en serlo además de parecerlo, si fueran los únicos que defienden a España y a sus ciudadanos, si fueran los únicos que quieren al país, a su paisaje y al paisanaje, mal estaría España, y poco recorrido le quedaría en la historia.

Esperanza Aguirre, fichada como cazatalentos por una empresa del ramo, que debía andar por las ramas, protegía a esta fauna ibérica falsa pata negra. Uno de sus más 'aguerridos' lobeznos, ex alcalde de Valdemoro, diputado regional madrileño y senador, a donde fue desplazado hacia arriba cuando no aceptó una orden de Aguirre para que dejara el gobierno autonómico y fuera el portavoz en la Comunidad, ha dimitido 'ipso facto' tras conocerse que tenía una cuenta en Suiza. Según él nunca llegó a tener más de 300.000 euros, pero según 'El Mundo' llegó a tener más de un millón. Pero eso, en el fondo, no es lo sustantivo: para un verdadero 'patriota' español, y más en tiempos de crisis y de penurias para todos los españoles, sobre todo para los pobres, tener el dinero fuera en un paraíso fiscal es como mínimo un baldón que lo convierte en un simple cínico y falsario. Luego habrá que averiguar si ese dinero era blanco o negro, si pagó o no pagó a Hacienda, si se acogió o no a la amnistía fiscal, y esas cosas.

Otro ex senador, también de la cofradía de la banderita utilizada como patente de corso, Luis Bárcenas, a quien el PP plantó en Cantabria como cunero, unía a sus delitos, incontables, el tener cuentas en Suiza, con unos 47 millones de euros, y otras 'huchas' opacas en otras partes del mundo. El actual presidente de Madrid, y heredero del aguirrismo, Ignacio González, está siendo investigado por la oscura adquisición de un ático en Marbella y unos extraños y 'presuntos' trasiegos de dinero. En los 'mentideros' de la Villa y Corte, se da por cierto que hay un 'juego de patriotas': un patriota, Granados, organizó una trama de espionaje y se dice que, quizás, filtró el caso del piso de González; y las mismas fuentes dicen que González, filtró a su vez la pista de la cuenta helvética de su compañero. Lo cual hace actual la famosa cita de que hay adversarios, enemigos, y compañeros de partido, o algo así.

El patriotismo no se demuestra solamente machacando a los demás, dividiendo a España entre la España buena y la anti España, riéndose de los muertos ajenos, asesinados que aún permanecen en las cunetas; no consiste en vivir a lo grande predicando que los demás vivan peor para salvar a ¡España!; no es patriotismo el de las TDT party que se carcajean de las desgracias y pasan desde el buenismo meapila a la más indecente crueldad; una banderita, un aguilucho desplumado por la historia, una cruz, no implican ni la verdad ni que se sea buen español o buen cristiano. 'Dime de qué presumes....'

Para algunos, todo el año, toda la legislatura, es Carnaval. Pero recuerden: a unos la verdad los hace libres, como decía San Juan, y a otros los manda a prisión o los sumerge en la vergüenza cívica.