Tuvo lugar, en la capital, el acto de entrega de Honores y Distinciones del Cabildo 2014 en una brillante ceremonia a personalidades e instituciones que se han hecho merecedoras como Hijos Predilectos, Hijos Adoptivos y Canes de Plata, con motivo del 101 Aniversario de la creación de los Cabildos por Bravo Murillo, en 1913. En ese acto fue noticia el poeta guiense Manuel González Sosa, al que concedieron el Can de Plata de las Artes a título póstumo, que se encargaría de recoger su hermano Pedro, cronista oficial de Guía.

Nuestro personaje de hoy, que en vida se mostró tan esquivo a honores y homenajes, viene siendo reconocido después de que ya está en otra dimensión. Esto es lo que él quiso, pasar por la vida de puntillas y en el más absoluto silencio mientras trabajaba por la cultura. Hombre erudito, sensible y de una gran humanidad, lo suyo fue compromiso con la cultura de su Isla a través del suplemento cultural del recordado vespertino Diario de Las Palmas, Cartel de las letras y las artes. El autor de Contraluz italiana, A pesar de los vientos, poesía completa, o los pliegos poéticos de San Borondón, que creó junto a sus amigos Arturo Maccanti y Antonio García Ysábal, fue un rendido admirador del cantor del Atlántico, Tomás Morales, también galardonado en dicho acto con el título de Hijo Adoptivo, a título póstumo, y valedor, como no podía ser menos, de Alonso Quesada y Domingo Rivero, de los que hizo certeros tratados divulgativos.

Al llorado amigo poeta, que ya conocíamos por sus páginas centrales de Diario de Las Palmas, tuve el honor de tratar, cercano, en su ocaso vital, los diez últimos años de su vida. Me distinguió con su amistad sincera, despojada de convencionalismos, coincidiendo con mi etapa de concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Guía, la insigne aldea, como a él le gustaba llamar a su pueblo. Sin apenas proponérselo se convirtió en mi mentor, arrimando el consejo en todo lo que tenía que ver con el grado óptimo de la acción cultural. Así, cuento con un fondo epistolar breve, pero fecundo, del que algún día haré uso dándolo a conocer, tal vez en publicación de pequeño formato, comentado para su mayor comprensión, pues todo lo que viene de tan reputado hombre de la cultura posee un valor, que se verá agrandado con el tiempo. Del mismo modo hago aquí una revelación, rompiendo mi compromiso de mantener guardada ya que el amigo no está entre nosotros, y por creer que el caso se debe a su empecinada privacidad, llevada al límite. Se trata de que en 2009 me hizo llegar un cuidado cuaderno confeccionado por él que se abre en dos, donde aparece un par de sonetos: A mi abuelo, a propósito del reloj que me dejó en herencia y A mi abuelo, detrás de la vida, ambos firmados de su puño y letra. En el primero figura la advertencia "Es inédito. Vedada su publicación", cosa que recalcó cuando hizo la llamada para confirmar que su envío me había llegado. Es curioso el interés que mostraba por que no se hiciera público un poema muy bello. Tal vez, podemos suponer, que al tratarse del abuelo y con parecido título, no quería ensombrecer al otro, que no significara cosa redundante. En su libro póstumo de poesía completa A pesar de los vientos, no aparece, por lo que es claro que nunca cambió de opinión disponiendo lo que, en su criterio, no era publicable. Yo, por mi parte, no sé si haré bien en darlo a la luz, rompiendo, insisto, mi compromiso, pero es lo que hago ahora, al entender que es de lo más logrado por él. ¿Puedo pensar que me utiliza en una de sus excentricidades, adivinando que yo rompería el compromiso?

Ya su amigo y prologuista Andrés Sánchez Robaina lo ha dicho, que ya es hora de dar a conocer toda la obra poética de González Sosa, injustamente desconocida del gran público lector por la actitud de férreo secreto que impregnó a la mayoría de su trabajo. Ahí va el soneto: "De este venero diminuto, en ríos/ /de caudales distintos derramados,/ /surtieron tus minutos y los míos/ /para fluir un trecho emparejados. Cuando abandone el cauce mi corriente/ /hallaré como tú la certidumbre,/ /pero la pido ya. Venga su lumbre/ /a aventar las tinieblas tras mi frente. ¿La otra parte del muro por fin viste?/ /¿Consumiendo otra leña, allí persiste/ /el fuego que aquí arde en llamarada? Yo quisiera saber si esta simiente/ /que responde al tictac estoicamente/ /germinará después en luz o en nada".

Del reloj de bolsillo con leontina dorada, él dijo que siendo niño su abuelo arrimábalo a su oído derecho mientras le prometía "Cuando yo no esté en el mundo, este reloj será tuyo", arrebolado de un éxtasis en que le sumían los trémolos del tictac, ausentado del todo de la realidad circundante. Y sobre el conjunto de la obra del poeta del Mediosiglo, cabe decir que cada vez que posamos la mirada en los surcos de su prosa o en el laberinto mágico del poema, el aura del artista se hace presencia, evoca o gime en cada trazo del texto y en cada giro del verso. Allí está su alma. Allí vive.