Este escrito es, ante todo, un memorial agradecido del legado de don Ramón Echarren Ystúriz, obispo de Canarias (1978-2005). Él, con su ministerio y trabajo apostólico, es un testimonio luminoso para promover una acción-compromiso y formación social actual, renovada, cualificada y coherente con el Evangelio en la comunión eclesial. Nuestro obispo se situó en el corazón de la renovación teológica y eclesial-pastoral, científico-social y ética que promovió el pensamiento/filosofía y las ciencias sociales o humanas, la teología contemporánea y el Concilio Vaticano II. Una profunda formación social, moral y pastoral con un carácter científico, nutrida con la Sagrada Escritura. Para el compromiso ético y social, para la vocación bautismal y misión evangelizadora de los cristianos, en la realización del amor y la justicia en el mundo. Nosotros debemos situamos en este itinerario renovador, con la finalidad de actualizar, profundizar la enseñanza y el testimonio de D. Ramón para nuestra época.

En este sentido, como nos enseñó el Concilio Vaticano II, queremos superar una ética y caridad individualista (GS 30). Suscitando una comprensión adecuada e integral del compromiso-acción social, de la moral y de la caridad de los cristianos en el mundo. Desde el legado de nuestro obispo Ramón, tendremos que seguir impulsando una sólida acción social y caritativa, un voluntariado social y unas Caritas, como inherente a la fe cristiana, que estén inspirados en la propuesta de la moral y doctrina o enseñanza social de la iglesia (DSI), en un dialogo interdisciplinar con las ciencias sociales. La DSI es uno de los mejores tesoros escondidos, como se ha repetido, y en especial ha sido ocultada o manipulada, muchas veces, por los poderosos y enriquecidos del mundo.

Nos situamos en el corazón de lo social y de la ética, de la fe y praxis cristiana, de la moral y enseñanza social eclesial. Presentando las claves, valores y principios sólidos, universales y permanentes, que son referentes ineludibles para la acción-formación social y ética, para la vida del cristiano y misión de la Iglesia. De esta forma, todo ello se expresa en el servicio, en el compromiso por la justicia y la paz, por el desarrollo liberador e integral. El servicio para la promoción de una humanidad más justa y fraterna, para la transformación del mundo y sus estructuras sociales injustas, de pecado: es básico, constitutivo en lo social y ético, en la fe y la misión de la Iglesia, en la espiritualidad y celebración litúrgica, en especial en la eucaristía.

Lo social y ético, la espiritualidad y la fe tienen, pues, un esencial carácter práctico-transformador para una sociedad/mundo humano y justo. Y se oponen al mal y a la injusticia, por ejemplo a la actual crisis. Son valores y principios sociales, éticos y espirituales. Tales como la vida y dignidad de todas las personas, en su base o fundamentación moral, cristológica y trinitaria, por encima de cualquier realidad o sistema inhumano y opresor. Como son la solidaridad, la justicia y el bien común, desde la opción por los pobres que, desde la, fe son presencia (sacramento) real, liberador y salvífico de Cristo Pobre y Crucificado (Mt 25,31-46). Hay que evitar siempre un paternalismo, beneficencia o asistencialismo de una mal entendida acción social y caridad. Los empobrecidos, oprimidos y excluidos, básicamente, son sujetos y protagonistas del desarrollo, del compromiso por la justicia, en contras de las causas injustas de la desigualdad de la pobreza. Los pobres deben ser los actores y artífices principales del desarrollo, promoción y liberación integral, como nos enseña todo esto la acción-formación social y la fe, por ejemplo el Vaticano II (AA 8). Todo lo cual se opone al individualismo, hedonismo y competitividad del neoliberalismo/capitalismo, que impone el beneficio, productividad y la ganancia como ídolos. La ética y la justicia social son las esferas que fundan y dinamizan la actividad social, económica o política, frente al neoliberalismo/capitalismo que es por naturaleza mercantilista e inmoral.

El amor y (unido inseparablemente a) la solidaridad, valores o virtudes constitutivas de lo humano y de la fe, nos debe llevar a compartir no sólo lo que nos sobra- todas las riqueza, hasta que dejemos de ser ricos-, hasta quedarnos con lo imprescindible y necesario. Sino incluso compartir con los otros, con los pobres, hasta eso que nos es necesario para vivir, como nos enseña el Vaticano II (GS 69) y Juan Pablo II (SRS 31). De ahí que, como estamos viendo, la moral y la DSI hayan estado en contra, hayan negado a la cultura o ideología y sistema político-económico del neoliberalismo/capitalismo, deslegitimándolo moralmente, por ser inhumano e injusto.