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Papel vegetal

Alemanes y griegos

Nos acusan a los ciudadanos del Sur, y especialmente ahora a los pobres griegos, de haber vivido por encima de nuestras posibilidades.

Pero si lo hemos hecho -o mejor lo han hecho algunos-, ¿a qué se debe? ¿Y quiénes han sido los principales beneficiados? ¿No serán precisamente quienes ahora nos lo reprochan?

Alemania es el país que registra el mayor superávit exportador del mundo hasta el punto de haberlo cuadruplicado en los últimos catorce años.

En 2014 representaba más del 7 por ciento del PIB nacional, y buena parte del dinero así generado ha vuelto a salir del país en forma de créditos.

Los bancos germanos prestan dinero a empresas extranjeras para que a su vez inviertan en productos fabricados en Alemania. No se puede culpar, es cierto, a los alemanes de crear productos de tanta calidad que el resto del mundo desea comprarlos, pero ese país se ha beneficiado enormemente de la creación de la moneda común y de la imposibilidad de devaluar -si no son los salarios- de sus socios europeos.

El euro les aseguró a los alemanes una estabilidad cambiaria que supieron hábilmente aprovechar mientras comprimían los salarios y la demanda interna para volcarse en las exportaciones a esos países a los que ahora culpan de su endeudamiento.

A Alemania, al menos a su canciller, Angela Merkel, parece no importarle demasiado cómo la ven fuera. Así el semanario Der Spiegel la cita con estas palabras pronunciadas en una pequeña reunión: "Estoy bastante sola en la UE, pero me da igual".

A lo que supuestamente añadió: "Somos en Europa lo que son los americanos en el mundo, el líder no querido".

A los griegos, asfixiados por la austeridad dictada por Alemania no les queda ahora más remedio que defenderse como gato panza arriba recordándoles a sus acusadores pasados agravios.

Por ejemplo, los crímenes cometidos por el Ejército nazi cuando ocupó el país en 1941 en apoyo de las tropas italianas de Mussolini. Los alemanes exigieron entonces a Grecia que corriera con los gastos de la ocupación y no sólo eso, sino que sufragara además los gastos de las tropas germanas en otros frentes, desde los propios Balcanes hasta Rusia.

El año en que esas tropas entraron en Grecia, Berlín arrancó por la fuerza al Banco Central griego un crédito de más de 43.400 millones de dracmas, es decir, diez veces más que lo que representaba el coste de la ocupación militar.

La comisión de expertos nombrados por el Ministerio de Finanzas griego para ocuparse del espinoso asunto ha concluido que el dinero que adeudado por Alemania por ese concepto se eleva ya al equivalente de 11.000 millones de euros.

El historiador alemán Hagen Fleischer considera que ese crédito forzoso nada tiene que ver con las reparaciones de guerra, por lo que su eventual devolución no puede crear el precedente que Berlín al parecer tanto teme.

Cada uno se defiende como puede, y Atenas tiene por desgracia muchas cosas desagradables que recordarles a los alemanes, y no sólo las horribles masacres cometidas por sus tropas entre la población civil.

También, por ejemplo, cómo se robaron 7.358 kilos de oro a los judíos que vivían en el país y cómo, en su retirada, las tropas ocupantes saquearon las reservas monetarias de las filiales regionales del Banco Central griego.

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