Los defensores del Consultorio Social de Homeopatía que abrirá en La Matanza -comenzando por el ayuntamiento, que ha apoyado esta ocurrencia- insisten, como prueba incuestionable de su bondad, que está previsto atender gratis a los ciudadanos. Y es cierto: no les cobrarán la consulta. Pero deberán adquirir los productos homeopáticos. Si recordamos que la homeopatía es una pueril seudociencia y sus productos terapéuticos guanajadas aguachirlescas, se me antoja más honrada una consulta de tarot. El tarotista, una vez que te aconseja sobre salud, dinero o amor, te pide sencillamente la voluntad. No te explica que su diagnóstico -"sufre usted un mal de ojo"- es gratuito para acto seguido cobrarte por su luminoso consejo -"frótese con un huevo fresco de gallina por todo el cuerpo empezando por la cabeza y terminando por los pies mientras mastica aulagas"-. El tarotista lo da todo (y pide cualquier cosa) como sincero estafador que es. El homeópata, en cambio, es un estafador insincero, profesional, retórico. Está dispuesto a aclararte que sufres unas hemorroides sin pedir nada a cambio, pero te vende a precio de oro un frasquito de agua que no te servirá para nada.

Cabe sospechar que si los homeópatas están dispuestos a los diagnósticos gratuitos en La Matanza -el nombre del municipio debe parecer inspirador a los discípulos de Hahnemann- no es porque inicialmente se trate de un gran negocio, sino porque ofrece una plataforma de publicidad formidable. Ahí es nada: todo un ayuntamiento (aunque sea chiquitito) bendiciendo la práctica de la homeopatía y elevándola a la condición de bien social. Lo mismo ha ocurrido anteriormente en espacios universitarios, colegios profesionales, órdenes ministeriales y oficinas de farmacia. Esta extensión de la homeopatía, por supuesto, no guarda ninguna relación con su respetabilidad científica, sino con su rentabilidad mercantil y la creciente potencia económica y publicitaria de sus laboratorios. Porque no hay ninguna evidencia de mecanismo físico, químico o biológico que pueda servir como justificación del estatuto científico de la homeopatía ni pruebas que respalden la validez terapéutica de sus productos más allá del efecto placebo. La homeopatía es pura charlatanería licuefacta, pero aun los que aseveran que no cura, pero tampoco hace daño, se equivocan. La difusión de patrañas jamás sale gratis, ni individual ni socialmente, como ocurre con todo aquello que alimenta la ignorancia y, en último término, pretende excusarse como un consuelo. Como dijo Hitchens en una ocasión memorable, "diré simplemente que aquellos que ofrecen falso consuelo son falsos amigos". Estén acompañados o no por concejales.