El problema es que no flotamos. Si flotáramos, si nos vieran desde la costa los adorados turistas (ellos también atraviesan fronteras), a lo mejor se darían cuenta de que existimos.

Ya nos gustaría a nosotros manchar a las tortugas bobas o a las pardelas, así nos verían también aquí. Pero no. No flotamos. Por eso no hay barcos para salvarnos, solo hay barcos de Frontex para devolvernos al hambre y a las guerras, porque aunque somos negros como el petróleo no cotizamos en bolsa. A nosotros no nos buscan, a nosotros nos dejan escondidos bajo el mar.

Somos la otra marea negra. La marea humana, y valemos menos que la del petróleo. Ya nos gustaría manchar aunque fuera un poquito la conciencia de la gente. Pero somos inofensivos porque no manchamos. Somos tantos muertos que ni nos han contado. Solo nos cuentan cuando flotamos, entonces nos quitan para no estropear la imagen de las playas y como nuestras familias no nos pueden reconocer y nuestros gobiernos no nos repatrian, nos meten en un nicho en un cementerio de Lanzarote o Fuerteventura y escriben sobre el cemento: "Inmigrante número?". Qué triste nuestro final en el camino al paraíso, si flotamos muertos seremos un número en un nicho, si flotamos vivos y afeamos el horizonte de la playa turística nos meten en un camión de basura y nos mandan a una cárcel para extranjeros.

El piche flota y provoca miles de gritos, nosotros nos hundimos en silencio, por eso en 20 años avanzando por las aguas canarias no hemos provocado ni 5 minutos de silencio. Sí. Esa es la realidad. Mira ese Parlamento y esos ayuntamientos canarios llenos de políticos y tiralevitas que hace unas semanas posaban para el telediario durante un minuto de silencio por los pasajeros de un avión alemán que se estrelló en los Alpes mientras nos ignoraban a nosotros que nos habíamos hundido esos mismos días camino a Canarias.

Mañana jueves los ministros celebran una cumbre europea. Reaccionan por los 1.700 que se hundieron en el Mediterráneo en la última semana. ¿Hablarán de vidas humanas o de dinero? ¿Hablarán de asilados políticos y derechos humanos o de "avalanchas de inmigrantes"? ¿Se sentirán responsables de lo que pasa en Siria, Iraq, Libia, Somalia?, de esos estados que crearon ellos después de montar las guerras para, decían, poner una democracia? ¿Hablarán de los 3.000 mil millones diarios en gastos militares? ¿Hablarán los excelentísimos ministros europeos mañana jueves del dinero gastado en las invasiones para controlar los pozos de petróleo? ¿Hablarán de los 72 millones de euros gastados en las vallas de Ceuta y Melilla por el mismo gobierno español que ha recortado un 75% el presupuesto en cooperación internacional y mantiene el compromiso de 26.000 millones en gastos de armamentos que heredó gustosamente del gobierno anterior ?¿O acaso tendrán la desvergüenza de hablar de las "mafias" de la inmigración? También hablaban de "mafia" cuando a esas cumbres asistían Rodrigo Rato y Berlusconi, ¡qué cinismo!

Perdóname lector o lectora si te metiste en esta columna por el título engañoso. A lo mejor buscabas datos que compararan la estrategia gubernamental contra el Oleg Naydenov con la del Prestige. A lo mejor pensabas encontrar frases para la historia como la de los hilillos de plastilina.

Pero los barcos de los que habla esta columna no son comparables al pesquero ruso hundido al sur de Gran Canaria ni al Prestige. Quizá se podrían comparar con el Titanic. Aunque aquí no se aplicó "las mujeres y los niños primeros", porque las mujeres y los niños que murieron camino de Lampedusa no nadaban en la piscina del lujoso Titanic, porque estaban escondidos en la bodega del viejo barco que los sacó de Libia. Pero nosotros, la marea humana que en estas décadas de neoliberalismo triunfal ha convertido el Atlántico y el Mediterráneo en una gran fosa común nos parecemos en algo Titanic, porque nuestros barcos se hunden mientras la orquesta política y mediática sigue tocando (como tocaba la del Titanic) para que bailen los ricos que han hecho sus fortunas con las guerras y el petróleo que causan nuestro exilio.

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