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Cine 'Tomorrowland', El mundo del mañana'

El mañana es hoy

Decía Arthur C. Clarke, autor de 2001, Una odisea del espacio y, sobre todo, de la maravillosa El fin de la infancia, que: "Ésta es la primera época que ha prestado mucha atención al futuro, lo cual no deja de ser irónico, ya que tal vez no tengamos ninguno". Y eso mismo es lo que denuncia Brad Bird, otrora director de El gigante de hierro (1999) y Los increíbles (2004), en su última película, Tomorrowland, El mundo del mañana, donde un grupo de niños superdotados, entre los que se encuentra una adolescente llamada Casey? ¡Newton!, son reclutados por una niña androide para intentar frenar la debacle mundial que se encuentra a la vuelta de la esquina.

Tomorrowland, El mundo del mañana, producida por la todopoderosa Disney, es una película que intenta funcionar a varios niveles, pero en ninguno de ellos alcanza nunca la suficiente enjundia, pese a hacer gala de un cierto esfuerzo a la hora de plasmar sus ideas. Se presenta como un film de los así llamados "clásicos", en su acepción made in Hollywood más característica, que se inscribe en un género tan transitado como efectivo, el cine fantástico con trasfondo postapocalíptico, proponiendo de pasada una nueva vuelta de tuerca a la temática del uso que hacemos de las nuevas tecnologías y pretendiendo ser, en última instancia, una llamada de atención que nos obligue a todos a reflexionar.

Ahora bien, la película de Bird no engaña a nadie, lo que no quiere decir que sea mala. Bird, pese al encanto de sus películas de animación antes mencionadas, se queda en el estadio de la funcionalidad; ni correcta ni inspirada, su puesta en escena es atribulada, incapaz de extraer misterio de las situaciones que lo requieren (no digamos ya de la interpretación de George Clooney, quien no logra conectar con el espectador), ni filmar las secuencias de acción con el brío necesario. Al director de fotografía Claudio Miranda y al compositor Michael Giacchino debe agradecérsele las únicas notas de interés que depara la película.

Volviendo al principio, esto es, a Arthur C. Clarke, en una ocasión, con esa ironía que le caracterizaba, dijo algo que no se debería olvidar y que debería servir de advertencia para navegantes (sean ustedes adultos o adolescentes): "Aún tiene que probarse que la inteligencia tenga algún valor para la supervivencia". Ya no hay duda (¿la había?) de que el mañana es hoy.

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