La UD Las Palmas celebró ayer sus primeros 66 años de historia con el mejor regalo posible: el ansiado regreso a Primera División. Como en la temporada 1951-52, la de su debut en la máxima categoría, toda la ilusión y todo el entusiasmo les quedan cortos a una afición que lleva años deseando que su equipo se reencuentre con las más destacadas escuadras del fútbol español. Los amarillos se asoman de nuevo a la mejor liga, la de las rutilantes estrellas, definitivamente convertida en gran vidriera mediática que irradia sus seductoras imágenes a los cinco continentes. No puede haber mejor noticia para la promoción de la Isla que el retorno de nuestro equipo a Primera.

La UD vuelve a la categoría de oro del fútbol español tras una larga y tortuosa travesía por Segunda y Segunda B, con un triste episodio que impidió el ascenso un año antes aún en la memoria de miles de aficionados. Trece temporadas alejado de Primera eran ya demasiadas para un club que logró dejar su impronta entre los mejores. Ahí están las estadísticas de los amarillos, tan elocuentes: un subcampeonato de Liga, otro de Copa y tres participaciones en la Copa de la UEFA.

Pero hay algo que las estadísticas no alcanzan a expresar, y ese algo tiene que ver con el fútbol mismo, con el depurado juego que la UD de sus mejores momentos fue capaz de desplegar, participando de la gran épica de este deporte. Eran tiempos en los que la excelencia sobre el terreno de juego no iba necesariamente aparejada a la capacidad económica de los equipos. El entrañable Estadio Insular, reconvertido ahora en parque urbano, fue testigo del buen hacer de varias generaciones de jugadores hoy ya legendarios. No pudo tener mejor escaparate que la UD Las Palmas un fútbol isleño que pronto destacó por su preciosismo. Escuela de finos estilistas, el equipo grancanario llegó a ser sinónimo de fútbol refinado y técnico. El veterano Juan Carlos Valerón, buque insignia de la actual plantilla amarilla, es el penúltimo exponente de ese linaje de idiosincráticos jugadores, que incluye a maestros de la talla de un Alfonso Silva o Germán Dévora.

Ha sido también la Unión Deportiva puerta de entrada de magníficos futbolistas foráneos, que en varios casos luego jugarían en otros equipos españoles. Está la generación de oro argentina, con los inolvidables Carnevali, Morete, Brindisi y Wolff, a los que se rindió justo homenaje recientemente, pero también futbolistas posteriores, que dejaron un excelente sabor de boca a la afición. Mucho antes de que nuestros políticos pusieran en valor la atlanticidad del Archipiélago, el equipo amarillo ya la practicaba de facto, convertido en un auténtico balcón hacia el fútbol que se practicaba en el otro lado del océano.

En 66 años se han sorteado no pocas dificultades, y no todas de carácter deportivo. La alarma económica sonó en varias ocasiones, incluso con inminente peligro de desaparición para el señero club. Los complejos avatares que ha atravesado el entramado de los equipos de fútbol en España, reconvertidos en Sociedades Anónimas Deportivas, y la propia volatilidad del sector, en el que un descenso de categoría se puede traducir en una importante merma de ingresos, han sacudido peligrosamente las arcas del equipo amarillo en distintas ocasiones.

La implicación de la afición -aceptando aumento de cuotas o nutriendo listas de suscripción-, el paso adelante que en momentos clave dieron ciertos empresarios y el compromiso del Cabildo grancanario libraron al equipo de correr la aciaga suerte que truncó la andadura de otros clubes históricos, hoy tristemente desaparecidos. Ahora, la presencia en Primera División permite un importante acceso al suculento reparto de los derechos de retransmisión televisiva de los partidos, todo un incentivo para un equipo modesto en el actual contexto nacional, a quien le espera jugar el papel de David contra algunas de los más reputados clubes de Europa.

El descomunal reto que tiene ante sí nuestro equipo no es otro que la permanencia entre los mejores de los mejores, y con ese horizonte común deben formar una piña jugadores, directiva, cuadro técnico, empleados y afición. La dificultad no es pequeña, pero la UD Las Palmas cuenta con el aliento de una afición que en más de una ocasión ha sabido llevar el equipo en volandas hacia la victoria. De seguro que esperan nuevas jornadas de gloria, de esas que luego quedan en la memoria de la afición para siempre. Felices 66 años, de vuelta en la élite.