A tenor de la lectura de El Futuro de España de Diego Hidalgo, los españoles no tienen una visión precisa de las causas y elementos que constituyen los problemas del país, una situación que evidencia una gran desorientación general imputable en gran parte a nuestros políticos. Para Javier Marías, una sociedad que no lee o que habla mal no puede pensar bien. El español, idioma común de los españoles, es el idioma menos común en Cataluña, País Vasco, Galicia, Baleares y Valencia. Una reciente tesis doctoral del CEU recoge unos resultados pavorosos en un experimento llevado a cabo con universitarios barceloneses. Les plantearon algunos temas de actualidad y les pidieron que hablasen de ellos durante un minuto. Ocho de cada diez fueron incapaces de continuar de forma coherente pasados 26 segundos. Si estos universitarios tienen esta especie de alzhéimer, se supone que quienes tengan menos formación no podrían hablar con coherencia de su propia realidad y del mundo en que viven durante más de 10 segundos. Según Fernando Savater, para que la democracia pueda funcionar deben existir ciudadanos conscientes preocupados por lo común y lo público en un Estado lo suficiente fuerte como para no consentir privilegios discriminatorios, es decir, que ampare el derecho a la diversidad pero impida la diversidad de derechos.

Si un pueblo no puede recordar su historia, no tiene realidad. Para Cicerón, "el que no sabe historia está condenado a ser un niño". En Cataluña, la historia no solo se repite, sino que empeora. Como ha recordado recientemente Eligio Hernández, el independentismo catalán fue causa del fracaso de la primera y segunda República y causa de la Guerra Civil de 1936. La deslealtad de los gobernantes catalanes en los últimos 40 años pone en peligro la etapa de mayor estabilidad política y progreso de la España contemporánea. Cuando lees La civilización inconsciente de John R. Saul, repugna que en Cataluña se haya instalado un sistema corporativista controlado por nacionalistas y demagogos, que pregonan con su discurso descarriado una unanimidad infantilizante saturada de recriminaciones y reivindicaciones fantasiosas por políticos que han hecho de ello su razón de ser y negocio. Como dice Amin Maalouf en Identidades asesinas, la principal virtud del nacionalismo es hallar para cada problema un culpable antes que una solución. Cuando los independentistas y demagogos catalanes se asignan el papel de cordero y las otras comunidades son el lobo ("Madrid nos roba"), lo que están haciendo es conceder por anticipado la impunidad a los crímenes cometidos por su parte. La visión del mundo de los nacionalismos está distorsionada y desfasada; la concepción tribal de lo que creen que es su identidad es heredada de conflictos del pasado, un hábito pernicioso según el cual para expresar su identidad les basta decir "soy catalán". Es una concepción estrecha y exclusivista que reduce toda identidad individual a una sola pertenencia proclamada como pasión. Los catalanes siguen sin saber que tienen más cosas en común con alguien elegido al azar en Granada, Toledo, León o Murcia, que con sus propios bisabuelos.

En palabras de Savater, el "derecho a decidir" es meramente político, no depende de diferencias culturales, regionales o históricas. Desde el punto de vista político, no hay catalanes, ni vascos, ni andaluces, ni gallegos. Tales diferencias no se reflejan en ciudadanías distintas. Son distintos, pero no políticamente distintos. Nadie, a nivel individual o colectivo, tiene derecho a decidir por sí mismo excluyendo a los demás sobre lo que afecta a todos. La chulería fascista del separatismo catalán lleva saltándose todas las leyes con la humillación añadida del pitorreo. La idea de una España federal ha sido falsamente formulada por líderes y partidos políticos nacionales y por CC AA que rechazan los símbolos que representan a un país (bandera, himno, idioma común, fuerzas de seguridad del Estado). La cuestión territorial no puede seguir erosionando la convivencia nacional y que la política sea un mercadeo entre partidos nacionalistas y estatales. Hay que fijar sin ningún género de duda y para siempre cuáles son las competencias exclusivas del Estado y cuáles son las de las CC AA y ayuntamientos. Las decisiones de un parlamento regional no pueden modificar contenidos esenciales que afectan al resto del territorio nacional. Pero la reforma del Estado no será para avanzar en más competencias para Cataluña.

España se deshace mientras nadie hace. Al Gobierno de la Nación le bastan 26 segundos de coherencia para impedir el desafío intolerable de los herederos ideológicos de la indeseable plaga del independentismo catalán. Esa parte de España está siendo gobernada por traidores consumados, individuos que anteponen el partido a la comunidad, el poder a los principios, el cinismo al civismo, pregonando con falsas promesas, eslóganes y teatralidad la escisión unilateral de una parte de España que lleva siendo España más de seiscientos años. Ante el desafío, hay que inhabilitar, encarcelar o ilegalizar a los individuos y partidos que cometan sedición convirtiendo los resultados de unas elecciones autonómicas en una declaración unilateral de independencia. Los españoles de toda España contaremos los segundos que tarda el Gobierno en poner fin a este desafío antidemocrático en Cataluña. Buen día y hasta luego.