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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

La bobada del día

"Nunca descubrimos a América, masacramos y sometimos un continente". La síntesis de la bobada más repetida ayer en las redes sociales se la debemos al alcalde de Cádiz, un admirable indignado de manual. Es bastante deprimente que encuentren eco ahora las tonterías militantes y las miserias intelectuales de una izquierda ágrafa que, por supuesto, tiene toda la razón y nada más que la razón, sin contar que sale gratis solidarizarse con indígenas americanos muertos hace 300 años. Cuchufletas como la González Santos son, en realidad, apelaciones emotivistas: actúa como si el mejor respaldo de una afirmación no fuera su correspondencia con los hechos, sino más bien el grado de satisfacción y autocomplacencia que infunde a quien la ha formulado, gratificado por haber dado expresión a tan elevados sentimientos. Primero está esa curiosa transferencia espaciotemporal de responsabilidad: al parecer somos responsables - los que hemos rechazado la violencia política, los que votamos una Constitución democrática y pluralista en 1978, los que estamos a favor de una política migratoria de la UE para acoger de manera estable a millones de asilados que huyen del hambre y la guerra, los españoles que vivimos en el siglo XXI, por ejemplo - de lo que hicieron en América conquistadores y soldados andaluces y extremeños hace tres, cuatro, cinco siglos. ¿Un continente? Jamás pudo la Corona española someter un continente - no formaba parte de sus posesiones Canadá ni la inmensa mayoría de los futuros EE UU - ni su modelo de organización política y territorial en las colonias americanas respondía a un centralismo capaz de enfrentarse a todo y resolverlo todo bajo la batuta de un rey malévolo. La autonomía de los virreinatos era amplísima y dotada de una organización interna muy flexible (y a menudo caótica). Sin embargo, lo más pertinente en este asunto es comprender el marco del proceso de colonización, sus criminales miserias, desde luego, pero también sus grandezas jurídicas, religiosas y culturales, un modelo tan diferente al inglés. El encuentro entre los españoles y las civilizaciones indígenas fue tan brutal y traumático que solo se ha podido apalabrar desde el mito: el mito del descubrimiento, civilización y evangelización frente al mito de una maravillosa cultura del buen salvaje cruelmente destruida por los colonizadores. Y viceversa.

Con todo, lo más despreciable de tonterías como las segregadas por González Santos o Colau es su antihistoricismo de pacotilla. Cualquier acontecimiento histórico está cargado de connotaciones positivas y negativas. Cualquier jornada memorable recuerda sangre vertida o prefigura sangre, traiciones o espejismos por aparecer. Que haya quienes en el 2015 perseveren en regalar el concepto de hispanidad al doctor Menéndez Pelayo o al general Francisco Franco solo es un síntoma de una pobreza política e ideológica lamentable.

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