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El análisis

Los hijos de tigre salen rayados

Hemos iniciado otro curso escolar más y, al igual que ocurrió con los anteriores, seguimos manteniendo las mismas historias e histerias que en los años pasados, la Administración educativa intentando imponer sus criterios a la espera de cambios políticos, los equipo docentes quemados, porque no se sienten respaldados y están sobreviviendo de la mejor manera, aplicando la máxima de cubrirse las espaldas para que nadie les pueda reprochar nada. Luego nos encontramos con la otra pata de la mesa que sustenta la educación que son las familias y que hoy nos toca hablar un poco de ellas.

La verdad es que no es bueno generalizar cuando se habla del papel que están teniendo las familias en la actualidad con los hijos, siempre se pide responsabilidades de puertas para afuera, pero nadie quiere hacer una valoración objetiva de la importancia de sus actuaciones y de las consecuencias de sus decisiones para sus hijos. Lo triste es que esta situación por la que estamos pasando en nuestro país está sacando lo peor de cada uno y en el ámbito familiar no es algo ajeno a la realidad circundante, paro, estrés, trabajos de los mantenedores extenuantes, con horarios incompatibles con el familiar, desestructuración, y un sinfín de situaciones, que dan lugar a un caldo de cultivo complicado para tener el mejor ambiente para la educación de los hijos en una familia.

Pero si miramos a la historia, veremos que a lo largo de los siglos se han ido produciendo situaciones conflictivas que también han influido e incidido en la educación que las familias han dado a sus hijos, las crisis han existido siempre, la forma de afrontarlas es lo que difiere y es aquí cuando debemos hacer un pequeño análisis de lo que nos está tocando vivir en este siglo XXI. Por mucho que estemos diciendo a gritos que sin la familia es imposible sacar adelante a sus hijos, seguimos comprobando cómo los padres pierden los papeles ante sus hijos, ante situaciones que deben implicar paciencia y saber mantener posturas propias de un adulto maduro, pues el niño es niño y solo responderá a su nivel de madurez y sacrificio adquirido, pero sus padres y tutores legales deben saber tomar las medidas adecuadas para no perder todas las oportunidades que nos brinda cada día, cada minuto, para ayudar a crecer a nuestros hijos como buenas personas.

Los medios de comunicación nos muestran cada vez más a menudo situaciones violentas, en las que padres de familia agreden a profesores, teniéndose que modificar la legislación para equiparar al docente como un representante del Estado, para que esas agresiones sean tratadas con la dureza legal que corresponda. Pero la realidad es que todas las personas que se han visto en una situación análoga, cuando han sufrido algún tipo de violencia en las aulas o fuera de ellas, no son las mismas tras esa desagradable experiencia, sienten que su mundo no es el mismo y que la idea por la que trabajaban deja de tener sentido, ahora es el miedo y la duda de si se repetirá, generando inseguridad y frustración a cualquier profesional.

Lo más triste es que todavía existan personas que justifiquen la violencia y puedan apoyar los actos vandálicos hacia los docentes o cualquier centro escolar, como un acto de empatía hacia el joven o jóvenes que les rodeen.

Nos echamos las manos a la cabeza por los actos violentos físicos, pero quizás mucho más duro y doloroso sea el desprecio o menosprecio que sufren diariamente los docentes por sus alumnos y familiares, con sus comentarios, gestos, actitudes y conversaciones sobre su profesión y forma de trabajar cada día, con los que se cuestiona su profesionalidad, su metodología de forma destructiva, sin aportar ideas que puedan ayudar a corregir los errores que a lo mejor él no percibe, por parte de personas carentes de autoridad moral, basándose exclusivamente en los comentarios sacados de contexto de sus hijos o de otros padres que se reúnen fuera del colegio, donde lo que menos importa es el papel que juega el docente en la educación de su hijo y lo que representa, sin tener en cuenta que es la persona que está más tiempo con su hijo y que esto no es una guerra, donde hay vencedores y vencidos, es una labor de conjunto, que si no se coordinan no se avanza. Volvemos de nuevo al deporte nacional que es el chismorreo con cualquier medio a nuestro alcance, aunque ahora, para mayor comodidad tenemos a nuestra disposición las redes sociales y entre ellas la más popular el whatsApp, que nos enteramos del cotilleo en tiempo real sin contrastar.

Hay que actuar de forma positiva utilizando el verdadero proceso de aprendizaje con los hijos, hablando los temas en casa que puedan ser asumidos por los niños, de forma constructiva y otras cuestiones que no procedan trasladarlas a las personas que van a procurar solucionar el problema. Cada foro tiene un espacio, un tiempo y una persona.

Los hijos van a reflejar en todas las esferas de la vida nuestra forma de ser y de actuar en familia. Si queremos que se nos respete, tendremos que respetar y enseñar a respetar, si queremos dialogar, tendremos que escuchar y responder sin alterarnos, para que aprendan a respetar a través del diálogo. Si nos dedicamos a justificar todas las actuaciones de nuestros hijos, aunque sean malas y perjudiciales, podremos conseguir de momento que su hijo venza una batalla, pero los padres de antemano tienen perdida la guerra.

Nuestros hijos a medida que crezcan nos exigirán cada vez más cosas en beneficio propio, si no sabemos poner los límites y que ellos entiendan que no son límites arbitrarios, sino justificados por el momento y la necesidad.

A todos los padres nos gustaría poder darles a nuestros hijos el sol, pero sabemos que si se lo damos, podrían quemarse y perecer en el intento.

Nuestros hijos son y serán lo que nosotros como padres queremos que sean. Si no tenemos los conocimientos, la voluntad, la educación y el sentido común necesarios para conseguir que sean buenas personas, debemos recurrir a profesionales que nos orienten y les recuerdo que los docentes con su experiencia pueden ayudar, pues conocen y trabajan con sus hijos en otras facetas distintas y necesarias, que no se pueden contemplar en casa.

Si un padre no dialoga y pone puentes a su hijo, él tampoco lo hará y luego nos lamentaremos diciendo que ellos jamás han visto determinadas conductas o actitudes en casa, pero que luego en el colegio y en la calle sí lo hacen.

Lo puedo decir más alto, pero no más claro, el poco o mucho tiempo de calidad que le dedique una familia a su hijo es crucial para su educación, pues nadie más va a conseguir el mismo efecto, otras personas podrán orientar, influir, marcar tendencia, etc. pero lo que es Educación con mayúscula la marca la familia.

(*) Asesor gestor formador educativo.

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