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Opinión

Devoción por el cine

Decir que José Luis Garci lleva el cine en sus venas, como reza el enunciado de la conferencia que pronunciará mañana, a las 12, en el salón de actos del Edificio de Humanidades de la ULPGC, es una obviedad de tal calibre como afirmar que el cielo es el lugar donde habitan las estrellas. La suya, como se sabe, ha sido siempre una vida consagrada a ese culto pagano, absorbente y en no pocos casos adictivo al que sus más fieles devotos han dado en llamar cinefilia, es decir, pura pasión por las películas o, mejor dicho, pasión por los que las ofician, ya pertenezcan al gremio de los actores, como al de los directores, los productores o los guionistas. Todos participan de esa gozosa ceremonia en la que el cine, en sus diversas acepciones, es algo bigger than life, más poderoso que la vida. Nada se resiste a su influjo emocional, al menos en las coordenadas por las que se mueve nuestro personaje.

A Garci, en cuya filmografía se incluyen, qué duda cabe, algunos títulos que rozan la excelencia artística, como El Crack (1981), You're the One (2000) o El abuelo (1998), se le ha reprochado desde determinadas posiciones críticas cierta predisposición a mostrar el lado más nostálgico y blandengue de la condición humana, renunciando voluntariamente a entrar en mayores profundidades. Pero así es como ve él la vida y el arte, como los disfruta y como los administra, a bocanadas, sin anestesias. Su cine es, pese a sus empecinados detractores, moderado, sencillo, preciso, de un clasicismo inmaculado, espiritual y cálido como una manta de algodón en una noche de invierno, un cine, en resumidas cuentas, que intenta alcanzar antes el corazón del espectador que su cerebro, como en muchas de las películas hollywoodienses que, en su más tierna juventud, despertaron su encendida devoción por este oficio. De ahí, probablemente, el escaso predicamento que inspiran sus películas entre determinados sectores de la crítica nacional y la injustificada inquina que provoca en algunos su éxito, especialmente cuando, en 1982, se hizo con el Oscar a la Mejor Película Extranjera por Volver a empezar, una película, como dijo alguien en su día, "nacida para el Oscar".

A nadie se le puede ocultar, a estas alturas de su longeva carrera, cuáles son en realidad las preferencias de Garci en materia cinematográfica pues, al margen de que a través de sus películas circulen ideas más menos conservadoras y de que sus temas no consigan enganchar con el mismo fervor a todos los espectadores, su sensibilidad en el manejo de la dramaturgia fílmica está fuera de toda duda razonable. Sabe desplazar la cámara con elegancia y precisión, dirige con pulcritud y funcionalidad a sus actores; elige los escenarios de sus filmes con una intuición indiscutible; logra metabolizar sabiamente sus diversas influencias cinematográficas y controlar el tempo que emplea en relatarnos sus historias con una eficacia incuestionable.

En su memorable adaptación de El abuelo, de Pérez Galdós, probablemente su mejor trabajo desde El crack y, sin duda, la mejor versión de cuantas se han realizado de la magistral novela de don Benito, Garci demostraba entender a la perfección el desgarrado mundo sentimental que describe el escritor grancanario, su profunda interpretación del amor, de la lealtad y la traición; su desprecio, puesto continuamente de manifiesto en casi todas sus novelas, hacia una burguesía que saquea, sin el menor escrúpulo, los restos de una aristocracia lampedusiana que vive sujeta a sus marchitos recuerdos y de una idea del honor que pretende ocultar, en el fondo, un amplio océano de fisuras y contradicciones.

Fernando Fernán Gómez, elegido por el director como el protagonista insustituible de este drama desolador, emplea sabiamente su entonado verbo y su noble y fatigada figura para encarnar a la perfección al sobrio y melancólico conde de Albrit, un héroe típicamente galdosiano, con más de un punto en común con el don Lope de Tristana, a través del cual Garci luce una vez más su reconocida destreza para extraer de los buenos actores sus más ocultas y refinadas virtudes. Rafael Alonso, otro maestro del arte de la actuación, asume la profunda frustración personal que aflige al bueno de don Pío, un viejo y venerable maestro cuya profunda inestabilidad emocional lo va arrastrando irremediablemente a las puertas del suicidio.

El director de cine José Luis Garci pronunciará mañana una conferencia sobre el cine en el siglo XXI bajo los auspicios de la ULPGC La ponencia tendrá lugar a las 12.00 horas en el edificio de Humanidades. El acto será abierto para el público en general.

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