La política española entra en una nueva fase, hasta ahora desconocida desde la Transición, que requiere lecturas e interpretaciones complejas e insólitas con pactos y alianzas obligatorias, con múltiples combinaciones, para dar estabilidad a un Gobierno, tras años de mayorías -bien socialistas, bien populares- holgadas y cómodas.

Pese a que este periodo político que ahora se inicia es un territorio desconocido e inédito, y no por ello menos apasionante, es evidente que en la política española se derrumba el bipartidismo, que ha estado gobernando el país durante los últimos treinta años, con la irrupción en tromba de una tercera formación, Podemos, aunque no solo: trece candidaturas logran representación en el Parlamento. Se pierde estabilidad y se gana en representatividad. En función de cómo se gestionen y combinen ambos elementos, en una atmósfera tan volátil y eléctrica, se encontrará el equilibrio que garantiza el poder o el mismo se diluirá perdido en un sistema tan fraccionado y frágil.

En una Cámara baja tan rota como la que ha salido de las elecciones de ayer, el Partido Popular dispone de la mayoría de los escaños, pero la victoria es más que insuficiente. Es decepcionante. Mariano Rajoy gana, aunque se queda sin muchos más motivos para la alegría: son los peores resultados desde 1989, con la pérdida de 60 escaños respecto a los comicios de 2011.

Con una participación muy alta, el 73%, cinco puntos por encima de las anteriores elecciones, Rajoy ha recibido un mensaje electoral que escuece. Ha llevado al PP a unos registros tan bajos, tan deprimentes para sus votantes y simpatizantes, que le va a costar, y mucho, conciliar en torno al mandato recibido como ganador de las elecciones una mayoría suficiente como para poder gobernar con tranquilidad, sin la solidez requerida -tanto en votos como en escaños- y taponar una gestión de Gobierno y una organización política que registra síntomas no solo de debilitamiento y cansancio, sino que dinamita también su propio liderazgo al frente de la organización. No deja de ser un fracaso para quien se ha presentado ante el electorado como el responsables de la recuperación económica, ajeno a una corrupción política que ha carcomido las siglas sin que se hallara un desinfectante eficaz.

La profunda alteración del código genético del cuerpo político español se ha inoculado también en el ADN de los socialistas, con un candidato a la presidencia del Gobierno que tiene el más que deshonroso mérito de llevarse un tremendo varapalo, con los peores resultados electorales del PSOE en la historia de la democracia. Pedro Sánchez evita que Podemos sobrepase al PSOE, pero tiene ante sí un preocupante panorama, menguadas las expectativas de protagonizar el cambio político. Tocado, aunque todavía no hundido, Sánchez ha naufragado en unos comicios, cuya salvación queda pendiente de un más que polémico pacto con Podemos, al que se opone la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, y al que se tendrían que sumar formaciones nacionalistas e independentistas. Un lío tremendo para el líder socialista, inmaduro y acosado, que se queda sin aire en un maquiavélico escenario de conspiraciones internas y claudicaciones externas.

A Podemos le sobran argumentos, tanto en votos como en escaños, para disfrutar de una jornada electoral histórica, entrando como una marea viva en el Congreso como tercera fuerza política, tras ganarse el derecho a reivindicar buena parte de los cambios de regeneración democrática, nuevas actitudes y prácticas políticas demandadas por la sociedad. Y lo mismo, aunque en menor medida, vale para Ciudadanos. En la capacidad de gestionar este extraordinario éxito se evaluará el compromiso de Podemos para tareas de más responsabilidad en el gobierno de España.

En Canarias el PP mantiene el liderazgo, aunque con matices: pierde cuatro diputados y veinte puntos en porcentaje de votos. Aguanta, pero el suelo sobre el que se levanta se resquebraja. Podemos se presenta como alternativa al PP, en detrimento del PSOE, cuya alianza con NC ha fracasado sin ninguna duda. Podemos es ya la segunda fuerza en las Islas. Ciudadanos consolida sus buenos resultados en las regionales y CC logra mantener su diputado en medio de una tormenta perfecta en contra de sus intereses.